BLOG-TRAILER

viernes, 29 de septiembre de 2006

Amanezco sin asco: renazco

Hoy es el día de la aviación civil, pero a mí qué me importa. Hoy se celebra un natalicio más de Víctor Valera Mora, a quien de tanto leerlo, citarlo y recitarlo, ya me siento yo con el derecho de llamarlo el “Chino”, como si lo conociera y de toda la vida. Pero es que, vainas de lector, yo siento que es así. En todo caso, yo conozco lo que él escribió, que, posiblemente, no sea lo mismo que yo estoy leyendo. Esta es la libertad absoluta del lector y del escritor también.

“A los soberbios, embóscalos, tírales por mampuesto. Si nada tienes, llénate de coraje y pelea hasta el final. Agarra a la amargura por los cuernos y rómpele la nuca. Y si la muerte te señala, sigue cantando y en el primer bar que encuentres pide un trago y bébete la mirada de la novia y bébete su risa. Bébete la vida. No hay que dejar que el camello de la tristeza pase por el ojo de nuestros corazones”.

Para mí, estos versos son una plegaria absoluta, plenipotenciaria y eterna:
“Amanecí de bala, amanecí bien, magníficamente bien, todo arisco (...) hermoso día, me enalteces, desenfrenada alegría, no tengo comercio con la muerte, no le temo, llevo en la sangre la vida, de cada día soy de este mundo.” (Antología poética, Fundarte, 1989).

Prueben a recitarla ahora mismo, en voz alta, para que vean:
“Amanecí de bala, amanecí bien, magníficamente bien, todo arisco (...) hermoso día, me enalteces, desenfrenada alegría, no tengo comercio con la muerte, no le temo, llevo en la sangre la vida, de cada día soy de este mundo.”

Coño, no estoy haciendo proselitismo, pero son palabras poderosas:
“Amanecí de bala, amanecí bien, magníficamente bien, todo arisco (...) hermoso día, me enalteces, desenfrenada alegría, no tengo comercio con la muerte, no le temo, llevo en la sangre la vida, de cada día soy de este mundo.”

Perdónenme la exégesis, pero para mí Valera Mora no es el “Verlaine tropical” sino el Whitman de Caracas. ¡Hay poetas en la vida, que, ay, yo no sé! Como no conseguí ninguna imagen del “Chino”, publico una foto de Whitman, con su cara de viejo gato elegante y feliz que era. El retrato de Valera Mora se los debo, quizás, para su próximo cumpleversos.

miércoles, 27 de septiembre de 2006

Vivisección del dromedario

Amanecí inmune a la imbecilidad. Propia o ajena, hoy no me molesta. Apenas me divierte. Dibuja un atisbo de sonrisa leve que se asoma a la comisura de mis labios. Pero no renuncio a la ironía. Eso no. Qué va. Jamás de los jamases. Tendría que nacer de nuevo. Y ni siquiera. Ni aún así renunciaría a la ironía. Ese capital que nadie alcanza a expropiarme. La ironía en mí es un valor o un prejuicio genético.

—Cuando te dé asco lo que estás haciendo. Cuando sientas que traicionas todo lo que sabes y en todo lo que crees, entonces la campaña, la valla, el aviso está listo para publicarse.
El diseñador gráfico, un chamo en impermeable magenta con cabello al cero y una barbita en forma de cono cyam que pende de su mentón afeitado, me escucha con un rictus de escepticismo profesional que se debate entre la desazón y el desprecio.

—Es la náusea existencialista de la que hablaba Sartre –prosigo.

—¿Cuál sastre? –farfulla.

—Sartre, mi pana. Juan Pablo, no segundo, sino Sartre. El mismísimo Jean Paul, filósofo franchute de prosa luminosa y ojos descarriados. Empatado, para más señas, con esa tipa arrechísima que fue Simone de Beauvoir.

—No sé de qué hablas. Yo a ese par no lo conozco.

—Lo que te digo, novel, es que para trabajar en publicidad tienes que olvidarte de casi todo lo que sabes. Ignora tus estudios de diseño, tu exposición de fotografía y tus afiches premiados. Aquí eso no vale ni significa nada.

—Pero si el presidente de la agencia, cuando me entrevistó, me halagó mi carpeta de trabajo y habló de la importancia del diseño en función del mercado, de la creatividad orientada por un concepto.

—Claro. Y te dijo que “queremos inyectar sangre nueva en el negocio. Gente joven. Ideas frescas para renovar e imprimirle nuevos aires al mercado. Un mercado, por lo demás, altamente competitivo que requiere del concurso de gente como tú. Gente que adora los retos y no tiene miedo a enfrentarse con ellos, a cualquier hora, cara a cara. Porque lo importante es el resultado. Lo bueno es el enemigo de lo malo y lo excelente supera siempre a lo bueno. Mejorar, optimizar, priorizar, ganar, conquistar, superarnos: estos son los verbos que nos gusta conjugar en la agencia. Aquí se trata de gerenciar por objetivos. Nosotros imponemos las tendencias en este mercado. Nosotros lideramos y los demás nos siguen. Nosotros los vemos por el espejo retrovisor de nuestra nave que es la empresa. Una nave piloteada por mí e impulsada por gente como tú, la generación de relevo, con madera de líder para sustituirnos a nosotros en las próximas décadas y formar a otros líderes. Porque en esta agencia marcamos la pauta publicitaria en Venezuela. Olvídate de las transnacionales y todas esas fábulas. Son habladurías bonitas y rimbombantes de los débiles que se asocian con compañías foráneas para poder sobrevivir en este mercado que es nuestro, porque lo construimos nosotros y lo conocemos hasta la médula. Un mercado que hemos conformado a punta de sudor, rompiéndonos los codos y quedándonos ciegos hasta quemarnos las pestañas. Y experimentando y enmendando e innovando. Los clientes y en especial los consumidores venezolanos no son bobos ni ingenuos y prefieren pagar por lo mejor. El mejor producto anunciado por la mejor publicidad. Fuerte, impactante, contundente, inolvidable. Publicidad que golpee al consumidor en medio de los ojos, lo agarre por el cuello y no lo suelte hasta que vacíe sus bolsillos directamente en los nuestros. Publicidad moderna, colorida, memorable, que asalte al target consumer en pleno baño, cuando está a punto de dormirse o interrumpiéndolo mientras hace el amor. Jingles que se le peguen, recorriendo los recovecos de sus circunvoluciones cerebrales, haciendo que se aprenda cada verso y acorde, exprimiendo sus neuronas hasta dejarlo seco de sí y saturado de nuestras cuñas. Ansioso, desesperado por disfrutar los productos y servicios que anunciamos. Admirador de esa publicidad que lo seduce. Esas mismas campañas que tú vas a crear en esta agencia. Joven, créeme cuando te digo que hoy es el primer día del resto de tu existencia, personal y profesionalmente. Yo sé que es un lugar común. Te agradezco que no te rías. Pero es que no hay otra forma de expresarlo. Esta es la verdad de la que estamos hechos. Hoy, aquí, con nosotros, tú inicias un nuevo camino de solidez y crecimiento laboral. Una senda de trabajo, de esfuerzo, de retos, de desafíos, de enormes sacrificios recompensados. Con nosotros entras a formar parte de una gran familia, cordial, amistosa, que celebra cada uno de sus triunfos y no te abandona en tus eventuales fracasos. Porque, óyeme, los éxitos siempre son grandes y pequeños los fracasos. Ya que aquí uno se levanta y enmienda el camino. Y como te decía, somos una familia que nos ayudamos los unos a los otros. Porque manejamos el largo plazo. Somos como la mafia. No dejamos que te vayas. No te asustes que es un chiste. Pero sí somos muy celosos de nuestro personal y de nuestro trabajo. Ya te irás dando cuenta para que puedas asimilarlo. Oye, y aquí esto es política de puertas abiertas. Aquí ninguna puerta se cierra, salvo la de los baños. Y desde ya estás invitado a la próxima parrilla de la agencia, este sábado, en mi casa”.

—Coño, el discurso es el mismo, letra por letra, ¿cómo te lo sabes?

—Mister president lleva 30 años dando el mismo discursito a cada nuevo empleado. Ampliándolo con el tiempo. Su oratoria es cada vez más larga y elaborada. Con una gestualidad estudiada y esa vehemencia emotiva, pero dosificada. Después de leer a Mario Puzo le agregó lo de la mafia. Antes hablaba de las sectas religiosas. Hasta que sucedió el suicidio colectivo de Guyana. En esta empresa lo único que falta son orgías. Un cogeculos colectivo para poder clavarme a su secretaria, que es de su uso exclusivo. Eso no es democrático. Ni igualitario. Déjame aclararte que aquí los culos están, ¿cómo decirlo elegantemente?, tarifados de acuerdo al cargo. Funciona una suerte de escalafón cogeculístico. Por ejemplo, las ejecutivas sólo tiran con vicepresidentes pa’ rriba. Pero a la recepcionista, que es una (o)diosa rubia bronceada y tetona, con un bollo digno de páginas centrales desplegadas de playboy, sólo le gustan las mujeres, con predilección por las productoras audiovisuales que resultan más resueltas. Nunca te enredes con clientes. Yo prefiero a las proveedoras (fotógrafas, maquilladoras, jingleras). Tú podrías optar por las asistentes administrativas o las ejecutivas junior. Ah, un consejo, la redactora de pelito corto y el culito parado, es feíta de cara pero tira como una reina porno. Con cuatro cervezas y un par de rhumoranges aterrizas en el motel sin escalas. Al día siguiente te vas a tener que untar crema humectante, la que tiene zábila, para bajar la inflamación del miembro que nos honra. Nuestro Poncio Pilatos, ginecólogo amateur, animal mitológico, unicornio cefálico. Como diría nuestro presidente: “la extremidad imperante en el mercado de la entrepierna femenina, reason why y visión estratégica para expandir nuevas vulvas y lubricar eficientemente el camino hacia inusitadas experiencias orgásmicas”.

(Imagen by Ziza)

lunes, 25 de septiembre de 2006

El Metro literario de las antologías: "entren que caben cien"


"Entren que caben cien, 50 parao (sic), 50 de de pie.
Oye, Ruperto, que paren la puerta.
Oye, que caben, que caben bien"
(Héctor Lavoe. "El Timbalero", LP EL JUICIO, 1972)

Hace nada me preguntaron en un programa de televisión qué autores venezolanos leía yo. Respondí de inmediato: el Massiani de “Piedra de mar”; la narrativa risueña de Renato Rodríguez; los versos encendidos de Valera Mora y los escritores “antologizados” por los sucesivos premios Sacven, “De la urbe para el orbe” y los inéditos de Monte Avila.

Las antologías son el “modus publicandi” actual. Nos “antologizan” o se pudren nuestros textos en las gavetas devenidas en ataúdes literarios, nichos cibernéticos de nuestros discos duros.

Antologizarnos, sí, o metamorfosearnos en el insensato de Salinger con su síndrome nefasto de escribir para no publicar. Exhibicionismo masturbatorio ante el espejo del claustro, si fuese cierto el chisme legendario de su vanagloria en rehusarse a ser editado.

¿Las antologías son libros promiscuos? ¡Benditas orgías, pues, a las que me suscribo, donde compartir páginas con mis vecinos! Vitrinas adosadas en el pecaminoso barrio rosado, rojo, fucsia de la literatura.

Las antologías son un evento generoso de encuentro y biodiversidad. A veces, también, espacio de coincidencias. En todo caso, portal portátil, museo colectivo, multiplex de textos.

Las antologías son el Metro (pero recién inaugurado en 1983, cuando todo funcionaba). Los pasajeros nos reconocemos e intercambiamos saludos, lecturas, epígrafes encriptados.

Aquí está la antología de Alfadil cuya portada exhibo; ahí viene la quinta edición del premio nacional de cuentos Sacven, prometida para octubre. Ahora le toca el turno a Monte Avila, editorial estatal que perfectamente pudiese asumir una antología anual de narrativa y otra de poesía, simultáneamente a su plausible iniciativa de Autores Inéditos donde hemos coincidido varios antologizados por Alfadil junto a ganadores y finalistas del Sacven.

Sacven podría encarar su premio narrativo con frecuencia anual y lo mismo vale para Alfadil. Ediciones “de bolsillo”, pequeños tirajes, distribución nacional y extrafronteras. Promoción, promoción, promoción, promoción, promoción, promoción, promoción,
promoción, promoción, promoción, promoción, promoción. O sea, ¿ves? entre otras cosas, que nos pongan en el mesón de novedades y nos exhiban en la vitrina.

Entre los antologizados, familiares y amigos agotaríamos una buena ración de la edición, amén de los posts laudatorios y exegéticos en nuestros blogs respectivos.

Ah, bravo por las ventas itinerantes de Monte Avila en las estaciones del Metro que nos aproximan al lector, pasajero tipográfico de nuestras ficciones.

(Gracias a Lil Rodríguez, auténtica enciclopedia bípeda de la música popular, por el despeje de mi duda melódica referente al epígrafe de este post)

Umberto Eco: cibernautas gutenbergianos

Con esa lucidez habitual que irrita a los irritables urbi et orbi, Umberto Eco responde a las preguntas de Francois Armanet en una entrevista publicada en Le Nouvel Observateur, versionada en nuestro idioma por www.elpais.es

A mí lo que me irrita es que el software de la computadora me "corrija" inconsultamente cada vez que escribo Umberto Eco, suplantándolo por un ignoto "Humberto" con hache muda. Por lo demás, concuerdo con el semiólogo italiano sobre el papel de la web y demás ideas conexas que reproduzco aquí. En mi biblioteca atesoro "El péndulo de Foucault", pletórico de notas mías a pie y costados de página, textos subrayados y párrafos enteros resaltados en amarillo. Manías de lector que se vale de los libros cual herramientas que son.

P. ¿La civilización de lo escrito tiene todavía un buen futuro?
R. Eso espero, por usted y por mí. Es cierto que hacia mediados del siglo pasado había sociólogos que predecían una civilización de la imagen, anti-Gutenberg. Pero el ordenador e Internet han restablecido la primacía de lo escrito: el hombre-Internet es un hombre gutenbergiano.
P. ¿Adónde va Internet?
R. Lo ignoro. Aunque Internet haya cambiado nuestras vidas, este progreso tecnológico podría conducirnos a una regresión cultural. Borges nos contaba en Ficciones la historia de Funes o la memoria, este hombre que se acordaba de todo, de cada hoja que había visto en cada árbol, de cada palabra que había oído durante su vida y que, debido a su memoria total, era un perfecto idiota. La función de la memoria no es sólo conservar, sino también filtrar. La cultura es también un proceso de conservación y de filtración, por medio del cual sabemos quién era Hitler, pero no de qué color eran sus calcetines el día en que se suicidó en su búnker. Ahora bien, para un navegante ingenuo, Internet es Funes. Internet le dice todo sin decirle si tal o cual información es fiable. Si no se es un experto es muy difícil decir si un sitio dedicado, por ejemplo, a los platillos volantes es serio o delirante. Toda cultura está regida por los filtros de las enciclopedias (en el sentido del Larousse, pero también de repertorio de saber virtual compartido por una comunidad). Pero la enciclopedia puede decirnos cosas falsas, como las de principios del siglo XX, que nos hablaban del éter cósmico. ¡Si no se educa a los internautas para la navegación, acabaremos por tener 6.000 millones de enciclopedias, una por cada habitante del planeta!
P. Usted es novelista, filósofo, semiólogo, polemista... ¿Cuál es su definición de hombre de bien? ¿Cuáles son los placeres de la erudición?
R. El hombre de bien es el guardián de la enciclopedia y a la vez su crítico. Los placeres de la erudición son otra cosa. La erudición no es la cultura, es una forma particular y secundaria. La cultura no consiste en saber la fecha de nacimiento de Francisco I. Ser cultivado significa ante todo saber que fue un rey de Francia durante el Renacimiento, y cuál era el papel de Francia en el contexto europeo de la época. En cuanto a su fecha de nacimiento, la cultura permite encontrar esta información si se necesita.

domingo, 24 de septiembre de 2006

(Hu)ellas

Sobre el césped de Versalles, merced al aliento del Rey Sol.
(Autorretrato naturista de mis hijas).


Homenaje in memoriam a Sven Nykvist (1923-2006), virtuosísimo director de fotografía que estetizó la filmografia bergmaniana, a la usanza de un Reverón sueco que rubricaba el celuloide con claroscuros.

Me entero del deceso del entrañable Sven visitando:
http:www.blogacine.com

viernes, 22 de septiembre de 2006

Martin Amis: contra la anestesia

Mi encontronazo con el novelista británico Martin Amis fue hace poco más de una década a través de sus libros "Dinero" y "Exito". Narrativa minimalista, cruda, con personajes-narradores que ostentaban una biografía ¿fisiológica? A uno, como lector, le costaba desprenderse de esas páginas que te salpicaban su inventario de secreciones diversas. Antihéroes magníficos que incentivaban el insomnio de tus más vergonzosas empatías. Ahí está ese par de títulos, sobrevivientes de todas mis mudanzas, en mis tres tristres estantes de madera de pino barnizada, cuales cactus puyúos de libros infrapoblando el largo y angosto pasillo del apartamento de arquitectura perezjimenista que conduce de la sala/comedor/bufete donde bloggeo a otro minúsculo aunque obeso corredor saturado de puertas que te llevan o a la batea o al baño o a los dormitorios.

Decido, pues, reproducir esta entrevista publicada en www.elpais.es que me agradó harto encontrarme.

Pregunta. Ha escrito que lo autobiográfico ha marcado buena parte de la ficción en los últimos años. ¿Sigue siendo así?
Respuesta. Si hubiera que destacar una característica en la literatura que se escribe hoy sería la diversidad. En temas, momentos y espacios. Es cierto que lo autobiográfico, y también la historia, siguen siendo motores esenciales que alimentan la ficción actual.
P. ¿Cómo cree que han afectado los atentados a personajes como los de Dinero, con ese nihilismo despreocupado y perverso?
R. El estado en el que vive buena parte de la juventud es semejante al del que acaba de ser anestesiado con novocaína. Están anestesiados. Y un acontecimiento de esas características refuerza aún más esa sensación. Así, hay muchos jóvenes que llenan su cuerpo de imperdibles o que se autolesionan haciéndose cortes en los brazos por ese afán de romper con esa anestesia general. Pero no es fácil, y siguen arrastrados a una vorágine de compras, consumo, sexo y fiestas que pone entre paréntesis todo lo demás. Van de un lado a otro, su horizonte único es el presente.
P. ¿Qué hay entonces del futuro?
R. La historia se ha acelerado de manera vertiginosa. Ya no hay tiempo para detenerse y observar lo que ocurre, y por eso la poesía está muriendo. Todo va demasiado deprisa, no se puede parar.
P. Los discursos sobre Dios ocupan cada vez mayor lugar. Ahí está el reguero de protestas que han desencadenado los comentarios del Papa sobre el islam. ¿Hay una vuelta a la religión en estos tiempos inciertos?
R. No creo que ocurra nada de eso en Europa. Creo que aquí enterramos a Dios y nos dimos cuenta de que se vive muy bien sin él, sin sus dones y sus exigencias. En América son, en cambio, muy religiosos, aunque la situación puede resultar paradójica. Hace poco estuve en Las Vegas. Y si hay un lugar en el mundo que no tenga nada que ver con el islam ese lugar es justamente Las Vegas. Los fanáticos islamistas han desencadenado su furia porque no aceptan nuestra manera de vivir. No toleran lugares como Las Vegas. Y no aceptan la emancipación de la mujer, por ejemplo, que les resulta intolerable.
P. Tampoco los hombres de Occidente han asimilado bien la liberación femenina, aunque de manera muy distinta. Es un tema, el de las actuales relaciones entre hombres y mujeres, que recorre sus libros más recientes.
R. En el libro que estoy escribiendo ahora vuelvo sobre este asunto. Se llama The pregnant widow (La viuda embarazada) y arranca de un comentario del pensador ruso Alexander Herzen que decía que cuando se produce una revolución y ha de empezar un nuevo orden, hay un periodo de tiempo en el que la mujer ha quedado embarazada, el padre se ha ido ya pero el hijo no ha nacido todavía. Es lo que ocurre con la revolución feminista. Llevamos como dos tercios del embarazo, pero los cambios definitivos no se han asentado todavía. Las mujeres han acumulado mucho poder a costa del hombre, en una verdadera revolución de terciopelo, pero siguen insatisfechas porque siguen ocupándose de la casa. Hace falta que los cambios continúen.
P. También en el panorama literario se han producido cambios. Ya no parece fácil compartir una escala de valores y pronunciarse sobre la calidad de lo que se escribe.
R. Lo que no tolera la sociedad actual es que pueda haber una suerte de élite en el mundo literario. El afán de allanar las diferencias, de buscar una nivelación, de manifestar que todos pueden hacer lo mismo puede a la larga terminar con este trabajo. Lo comentábamos hace poco con unos colegas en Boston: la literatura tal como la entendemos se ha acabado, no existe. Todo viene del radicalismo del 68, donde se defendía que no hay opiniones superiores, que todos valemos lo mismo. Pero el talento no se reparte de manera igualitaria. Algunos lo tienen, otros no. Eso se respeta en el mundo de la ciencia, pero no en la historia, la novela o la sociología. En esos campos se da por hecho que todos valen lo mismo.
P. El mercado y los medios de comunicación pueden haber colaborado en este fenómeno al rendirse ante las grandes campañas de autores que tenían todavía mucho que demostrar.
R. Cuando empecé, publicaba mis libros y como mucho aparecía alguna reseña. A partir de los ochenta, empezaron los viajes, los hoteles, las entrevistas, las fiestas. Esta revolución de minibar que tanto está afectando a los escritores jóvenes. Antes nos poníamos a escribir porque teníamos dentro algo que tenía que salir fuera. Ahora muchos autores publican para salir en televisión.

miércoles, 20 de septiembre de 2006

El ferry: un (fi)asco que se arrastra en el mar

Esta es una catarsis a destiempo, pero ¿cuántos años tenemos siendo náufragos del ferry? ¿Soportando las (c)olas, el bochornoso calor, el vacilón de sus corsarios, el cheverismo insular y de tierra firme para con nosotros, sus ilustres borregos ilustrados?

Ellos, los filibusteros sobre quienes gravita el monopolio del ferry, no merecen transportar nada: ni mercancías, ni animales ni gente. Pero nosotros, los usuarios, somos los pendejos supremos que nos merecemos, a punta de calárnosla, esta gestión inservible de no-servicio y sí lucro a toda costa.

Abran el mercado a nuevas concesiones. Bienvenidos los canadienses, escandinavos, japoneses, noruegos, senegalíes...¡que vengan, pero ya, a hacerse cargo del negocio los vikingos!

Sólo le deseo a la familia bucanera que le caiga encima las siete plagas del seniat; que nosotros dejemos de pagar tarifas cartelizadas para que nos frieguen y que los accionistas se coman sus chatarras y prueben su propia ración de coprofagia, a la que renunciamos sus ex-víctimas.

O prisión domiciliaria a bordo de sus “cayucos” (pateras, ranchos flotantes) y que naufraguen eternamente entre Puerto La Cruz y Punta de Piedras, dando tumbos sobre las olas caribeñas.

¡Las concesiones sin servicio son un puto asco!


(Imagen by Heidi Taillefer)

martes, 19 de septiembre de 2006

"Una ciudad acostumbrada a la belleza"

(Para Jesús Torrealba, coterráneo instigador de este post)

La frase (sobre París) es de Francisco Massiani, uno de los escritores que mejor refleja y homenajea a Caracas en su novela intergeneracional “Piedra de Mar”. Creo yo que las ciudades están hechas de afectos. En París, reside mi hija mayor. Aquí, en Caracas, vivo con mi esposa y mi hija menor. Pero los afectos no deben impedirnos gritar nuestro descontento contra la depauperación y la dejadez que devoran nuestra épica cotidiana.

Ya sé que las ciudades no tienen culpa alguna de los desmanes que cometen sus regidores y habitantes. Oye, y la geografía pasa factura con todos los intereses de mora respectivos. Verbigracia: el terremoto salvaje que decidió zarandear a la Caracas cuatricentenaria aquel 29 de julio de 1967 previo a mi octavo cumpleaños o, más recientemente, la vaguada que casi borra de la cartografía a La Guaira que hiede a Guaire en sus peores momentos de sumidero cloacal obligado a procesar digestivamente la escatología tóxica de la ciudad, donde pronto, digo yo, Noé podría verse impelido a navegar ¿rescatando a quiénes? ¿nos anotamos en la lista de espera?

¿Saben lo que (me) pasa? Que si seguimos así, Caracas va a terminar siendo la alfombra del Ávila y a mí no me da la gana.

Mientras, yo me declaro caraqueño convicto y confeso. Caraqueño delirante por sobredosis avileña Caraqueño por adicción. Caracas se desborda en mis autorías. Pero, igual que cualquiera, suspiro por otros paisajes que seduzcan mi mirada polígama. No estoy anclado. Mi existencia es portátil. Hay tantos imanes...


(Manuel Cabré: El Ávila desde San Bernardino. 1939)

lunes, 18 de septiembre de 2006

Caracas full (indi)gente

Venga, que ya arrancó todo de nuevo. Y todos estamos aquí, again. ¿Cuántos millones de caraqueños somos y seguimos contando? El Metro asqueroso, impenetrable de gente, putrefacto de sudor caduco y restos alimenticios encerrados en sus ataúdes marca tuperware o en sus clones expendidos sobre la acera por tropas de buhoneros. “Empújame, que yo te pisaré” es el enésimo mandamiento de una deidad subdesarrollada. La autopista vomita millones de automóviles con flatulencia de monóxido carbónico. Súmanse colas de autobuses amarillos repletos de infantes madrugadores. Lotes de asalariados agradecen el anatema bíblico de sus trabajos. Docentes malencarados asumen la mnemotécnia cual terapia de shock aplicada a sus alumnos: “repitan después de mí, los héroes patrios son…” Y los recogelatas gozando un imperio: el suyo propio, exclusivo de ellos.

Pero siempre, aunque lejos, nos queda Eiffel: ese faro.
(Photo by Kimberly Simancas)

sábado, 16 de septiembre de 2006

Miranda: segundo capítulo

(A Edith: alteridad, musa, fetiche, amante).

(A Lorena: fotógrafa y documentalista digital and my very own “Leander”).

En mi familia nos gusta pensar que estamos emparentados con Sebastián Francisco. Pero no con el “Generalísimo” de galas castrenses, sino con el hombre de mundo; el viajero; el bon vivant; el gastrónomo que incluía manjares lascivos en su dieta; el hedonista; el inquieto intelectual y lector consecuente; el esposo de su eterna Sara Andrews que atesora en Londres la soberbia biblioteca mirandina; el orgulloso padre de Francisco y Leandro, su primogénito; a quien honra bautizando el buque de 180 toneladas con el que desembarca en La Vela de Coro e impone, cual hombre pisando la Luna, “su” bandera venezolana (mi propia hermana, a la sazón, nace un 12 de marzo, honrando la fecha histórica que conmemora la primera “ondeada” al viento de la tela tricolor, pero, ojo, navegando en el “Leander”. La bandera izada en el asta soportado sobre territorio patrio data del tres de agosto de 1806).

Esa es la talla del Francisco de Miranda que nos enraiza ficcionalmente. Nada que ver con la estatua de la plaza homónima y ni siquiera con la avenida, que no es que lo desmerezca, pero en este particular preferimos pasar del urbanismo respectivo. Sin embargo, a mi hija Lorena y a mí nos emociona este homenaje pétreo cuya foto aquí publico: el apellido Miranda impreso en pleno Arco del Triunfo parisino, evidenciando la gratitud gala por el entusiasmo con el que suscribió los ideales libertarios de la Revolución Francesa este “Mariscal de los ejércitos del norte” que, en batalla memorable, venció a los prusianos.

Nuestro tatara-tatara-abuelo, si es que lo fuese, no requiere esculturas broncíneas ni ecuestres. Apenas el tributo de la memoria, fragmentaria, etérea, disoluta memoria. Yo, por mi parte, me niego a someterse a pruebas de ADN que pudiesen incriminarme con su gesta heroica. Yo, el antihéroe lector de antihéroes y autor de personajes antihéroes. Si sirve de algo esta minúscula evidencia: mi abuelo paterno, al igual que Sebastián Francisco, era masón. Por lo demás, hurgando en el escudo heráldico apenas descubro que provenimos de la Rioja, región de vino rojo sangre. Google earth me enseñorea con especificidad satelital mi gentilicio, plantándome en el mapa topográfico de Haro. Así es: Miranda de Haro, Carvajal, Yánez, Ybarra (omitiendo, por lo pronto, los apellidos maternos que me remiten a don Diego Luque, fiero inquisidor, colega de Torquemada). Averno suficiente que salda el karma de sucesivas generaciones.Caso contrario, reservo círculo en el infierno del divino Dante, decorado por Boticelli, al calor de mis reiterativos pecados capitales que, ahora y aquí, encarno a plenitud gozosa y plenipotenciaria. Amén. Per secula seculorum. Nihil obstat (latín de mi bachillerato en humanidades que, trío de décadas después, me sirve de algo). Fin de este post

martes, 12 de septiembre de 2006

Miranda, el héroe elegante

(A Lorena y Kim: lectoras imprescindibles, destinatarias esenciales)

No, no he visto la película. Es que me topé con este soberbio "Miranda en La Carraca" pintado por Michelena un par de años antes de morir y me provocó demasiado colgarlo aquí en mi blog. Ya sé que no es lo mismo pararse delante de él y admirarlo en sus dimensiones de gran formato allá en la caraqueña Galería de Arte Nacional. Pero aquí está, ahora y aquí, como un pedazo de Cádiz en 1816. En general, siempre me han aburrido los héroes. Pero no es el caso de Sebastián Francisco, el espléndido dandy coterráneo que sedujo a Catalina de Rusia y paseó por el planeta en la justa escala que le permitía su época. Ese Miranda a escala humana, demasiado humana es el que a mí me interesa. Que los registros históricos se ocupen del oropel restante.
(Arturo Michelena: "Miranda en La Carraca". 1896. Oleo sobre tela. 196 cms. x 245 cms.)

lunes, 11 de septiembre de 2006

SEPTEMBER, ONCE: SIN TON NI-XON

No se asusten con la foto que voy de cine.

Disiento absolutamente de un amigo cinéfilo quien me desaconsejó este film: “The assassination of Richard Nixon” (2004). Debe ser que lo vio en una sala de cine y los vecinos de butaca no emanaban buen feeling o las cotufas rumiadas destilaban sal y el refresco perdió el gas. No lo sé.

Yo me vi la película en el dvd doméstico, repatingado en el sofá, refrescando con regularidad premeditada mi trago servido en el tazón azul traslúcido de Starbucks que me trajo mi cuñada Betty de gringolandia. Y aunque se supone que en este obeso recipiente se tome café, pues yo escanciaba ron añejo creole entre rebosantes cubitos de hielo que crujían ahogándose en el infierno etílico de 40º.

Y la peli me gustó, obviando el estúpido título de "Días de furia" que le impusieron para nuestro mercado spanish spoken. A mí, como espectador, todo me funciona salvo los seis minutos finales que reflejan, según nos advierten, una “true story” que resulta harto oportuna tal día como hoy.

El ex-duro que noqueaba paparazis cuando estaba empatado con Madonna, o sea, Sean Penn, convence en su encarnación de un vendedor a quien se le desmorona su mundo alrededor y decide inmolarse llevándose por los cachos al embustero supremo. Si, ya sé que la anécdota está trillada: “Temed la ira de los mansos” y tal. Pero aquí asistimos al proceso pormenorizado de la angustia contenida goteando, al desenmascaramiento de la pesadilla americana y no quiero seguir incurriendo en lugares comunes y frases hechas.

Apenas digo que, así, por casualidad, me topé con este film en fecha emblemática y disfruté su intensidad in crescendo que transcurre aquel 1974 cuando “Dick” Nixon gobernaba exhibiendo su grotescocefalia que ha permitido fabricar millones de máscaras de halloween con sus rasgos. Nada de Watergate, todavía.


Estoy comenzando a rebatir la tesis de Burris Frederick (Skinner, of course), de que “la historia nunca se repite”. Creo que, en esta asignatura, somos repitientes recalcitrantes.

"Ven desnudo. Sal vestido"

Tal el eslogan de la boutique catalana de moda casual "Desigual". Y sí que fueron. Sí que sí. Más que a la convocatoria de Spencer Tunick. Total, estamos en verano y aquí hay regalo incluido, más allá de la copia de la foto autografiada, tamaño 8x10, que te debe llegar por correo postal en cualquier momento. De aquí sales vestido de la cabeza a los pies, lingerie 100% cotton también. Los mercadotécnicos habían previsto un centenar de consumidores y llegaron quinientos cuerpos empelotados. Ahí, en la foto extraida de www.elpais.es, los ves. Y se les ve bien, a su aire, contentos, a por la ropa, tío.

Imagen edénica que deberíamos clonar por estos trópicos, ¿no? A ver qué pasa, digo yo. Filas de Adanes y Evas frente a las Quintas Leonor de todo el país (la manzana sería la ropa y la serpiente el mercader, exégesis bíblica dixit). Los abstencionistas del naturalismo que se queden en sus casas. Nosotros, aquí en la cola, desvestidos y alborotados, esperando ¿votar?

—Par de bluyines me voy a encasquetar uno sobre el otro, mi pana.

—Así se habla, compañero, yo vengo por mi chemise colegial y unas bermudas que combinen.

—¿Ustedes sabrán en que piso estarán los trajes de novia?

—Claro, muñeca, yo mismo te escolto.

Esta tendencia se denomina "ambient marketing" y consiste en convertir al propio consumidor en el aviso publicitario. El viejo visionario que era McLuhan se quedó corto cuando esbozó aquello de que "el medio es el mensaje". Este bendito tercer milenio nos grita que "el cuerpo, imbécil, el cuerpo es el mensaje".

Y vaya si hay corpus donde ya me gustaría escribir a mí, demorándome luego en las correcciones, editar, revisar sinónimos, voluntariar circunloquios, copiar y pegar.

viernes, 8 de septiembre de 2006

Bailarina L

“A Lorena: coreógrafa de sí misma, ojos boquiabiertos que se asoman al mundo, recomponiéndolo a la medida de sus pasos”. Tal es la dedicatoria que le ofrendé a mi hija en mi libro “El baile de los elefantes” (Monte Avila Editores, 2004) y que hoy, más que nunca, suscribo al cumplir sus 14 años, océano Atlántico de por medio, y qué mejor obsequio, digo yo, que París para celebrarlo. Nada más. Nunca menos.

jueves, 7 de septiembre de 2006

Caperucita tercer milenio: "soñaba decapitar al lobo"

Con mi esposa y mis hijas de vacaciones, pues yo mismo me había propuesto dejar reposar el blog un poquito, desbordando el ocio de mis predios domésticos, pero se encontraron mis ojos con los de esta niña aquí expuesta y me dije en voz alta: "¡joder, sí es Caperucita!". De inmediato me percate que se trataba de Natascha Kampusch, la infanta vienesa desaparecida camino a clases hace una década y que resultó estar secuestrada, raptada, enclaustrada bajo prisión domiciliaria ajena (adoro los putos sinónimos) por el lobo feroz, denominado en este milenio Wolfang Priklopil, quien al verse desprovisto de su muñequita privada, de tamaño natural, ¿eh?, que no es un bonsái, pues se arrojó bajo los rieles del tren. Dice hoy la Caperucita (pero no hay sino que mirar la foto para "verla") Kampusch que, allí encerrada, tenía un sueño recurrente: decapitar al lobo, decapitar al lobo, decapitar al lobo. Cuídate de tus sueños, Natascha Roja (más bien púrpura, según la foto), que, inesperadamente, se vuelven realidad. El bobo feroz se decapitó él mismo, a sus 44 años jugando a Guantánamo, usando el transporte público cual guillotina. Concluyo yo parafraseando a ¿Verlaine?: "hay otros Guantánamos, pero están en Viena".

martes, 5 de septiembre de 2006

Concierto para fusil solo

"Los entusiasmos son individuales;
la hostilidad, colectiva".
(Luis Goytisolo)


Tengo al jinete en la mira de mi M—90. Lo sigo en sus maromas. Espero a que haga caballito. Le disparo entre el pulgar y el índice de su mano derecha. La bala entra y sale rebotando en el asfalto. El casquillo refleja el sol apenas un instante. Luego se me pierde de vista. La moto reposa ladeada encima de su ¿dueño?. Se sostiene lo que queda de la mano derecha con la izquierda. Aprieta su muñeca en un intento vano de parar la sangre que mana. Su rostro está contraído en una mueca. Reprime las lágrimas. Ahoga un grito. La palidez y el sudor frío son inminentes. Repta hasta salir de abajo de la máquina. Ya no hay nadie alrededor. De pie, intenta sostener su revólver. Se le cae. Lo alcanza y enfunda en su cintura. Grita alguna de las maldiciones que conoce. Seca su frente con el vello del antebrazo desnudo. Levanta la moto dificultosamente. Cabalga y acelera. Se va contra la isla. Aminora la marcha. El manubrio es la muleta de su cuerpo. Doblado sobre sí mismo. Desaparece sin acrobacias.

Resquebrajaron con júbilo las vitrinas de los comercios. Deshilacharon las santamarías. Saquearon a gusto. Volvieron añicos lo que no pudieron cargar. Con los automóviles que constituían su botín, tumbaron las rejas sucesivas del estacionamiento. Sortearon los muros perimetrales con siniestra destreza. Arrancaron los alambres electrificados cuyas púas exhiben restos de miembros putrefactos. Retinto en sangre ennegrecida, un dedo devenido en veleta se debate entre el sur y el oeste. Pero las entrañas del Llaeco son fortaleza inexpugnable.

Olaf me entrenó en el tiro al blanco. Primero fue el arco y la flecha. Para tensar el pulso y afinar la puntería. Después la ballesta, el flower, la escopeta, el rifle. A los 21 mi browning. El arsenal no cesa de crecer. Cualitativa y cuantitativamente. La seguridad se torna obsesiva.

El Doria, el Troya, el Giovanna, el Lourdes, el Rebeca, el Trianón y demás edificios vecinos han sido invadidos. El incendio de la cervecería América se propagó a las instalaciones circundantes. Alcanzó Victoria Motors y Cars—Tocars. La explosión de los automóviles fue un evento memorable. El estallido de los vidrios y el posterior humo negro está grabado en mi handycam. La farmacia Aurora quedó arrasada.

¿Dónde están los gatos callejeros y las palomas?

En la ciudad ya no hay bombeo de agua ni suministro de electricidad.

Las hordas atacan. A plena luz del día. Se acercan de a 2 y 3 por moto. ¿Habrán descubierto un nuevo combustible? ¿Cómo les alcanza y de dónde sacan la gasolina? Esgrimen sus armas sin dispararlas. ¿Les quedarán balas?

En silencio, recorremos la terraza en forma de "L", a dos niveles. Desde aquí dominamos 360º. Al norte, lo que resta de la ciudad universitaria; el edificio rojo de la biblioteca; una de las torres de parque central; el Avila con sus cientos de pequeñas fogatas que parpadean en la oscuridad. Al sur, el desierto de la autopista a veces surcada por bicicletas, carritos de supermercado empujados por patineteros; el puente derruido que comunicaba a Valle Abajo con Santa Mónica; las quintas en penumbras de las colinas. Al este, las moles de los hoteles y malls en silencio. Al oeste, médanos inquietantes; aullidos que espantan a mis canes; texturas de incertidumbre. Armados con binoculares de visión nocturna y rifles con miras láser, alternamos el espionaje de sombras verdinegras y fulgurancias infrarrojas con la contemplación de los cuerpos siderales que, a punta de gravedad newtoniana, amenazan con caernos encima, desprendiéndose de la bóveda celeste.

Hoy, jugando con la bazuca, Margarët hace estallar un Volkswagen que zigzagueaba por la calle Codazzi. Dice que siempre ha detestado esa marca de auto. Tan feo y ruidoso. Como un mamut enano sin colmillos que se ha incrustado en la fachada del liceo público. No hay señales de vida. Ni del conductor o pasajeros.

Nos hemos acostumbrado al silencio. Y sin embargo es tan opresivo. No se escucha música por ninguna parte. Ni el solo de un instrumento. Tarareamos melodías para no olvidarlas. Tratamos de identificarlas. Título. Intérprete. Género. Año. Nombre del disco o si es el tema de una película o programa de televisión o el jingle de un anuncio publicitario. Ni modo. La memoria es resbaladiza y mentirosa. Nos confundimos y le ponemos la letra de una canción al ritmo de otra.

¿Las palabras conservarán su significado? ¿Azul será siempre azul, azúcar, azucena? ¿Seguiremos comunicándonos con sonidos o se impondrán los ademanes, los gestos lejanos, las señales? ¿Sobrevivirá el lenguaje? ¿Este lenguaje que usamos?

Extractos de mi relato finalista en el IV Concurso Nacional de Cuentos SACVEN, inscrito en el género de pánico ficción". Publicado en la webpage de ficcionbreve.org, Pueden leerlo completo accediendo directamente mediante este link: http://www.ficcionbreve.org/cuentos/fusilsol.htm

sábado, 2 de septiembre de 2006

De qué hablamos cuando hablamos de literatura infantil

Gracias a Carver por el leasing que titula este post y el artículo homónimo publicado en la blog-revista de los Chang brothers. Este número septembrino está dedicado a la infancia, sus juguetes y, entre ellos, la literatura infantil. Vecinos de lujo tengo yo en esta edición que logra niveles líricos, soberbios íconos y humor. Ah, el humor, el humor, el humor. Para acceder, opriman justo aquí: http://hermanoschang.blogspot.com/
Ah, y gracias a Roger Michelena por su doble generosidad de “circularme” en su boletín de ficcionlibros y linkearme en su soberbio blog: http://www.libreriamichelena.blogspot.com/
(Imagen espléndida by Knight Potter)

viernes, 1 de septiembre de 2006

Rescatado el ego noruego, merced a Munch, grita desnuda su madonna pelinegra

El ego noruego se hallaba extraviado desde aquel proverbial 22 de agosto de 2004, cuando un par de "amigos del arte ajeno" (o miembros honorarios de la cofradía de fanáticos de Munch, la apócrifa "Munch's Fans Club"), sustrajeron del apacible Museo Munch de Oslo el archireputeadísimo ícono de "El grito" y la menos aireada "Madonna" munchiana (nada mediática, por suerte, hasta ahora que experimenta sus quince minutos de escándalo masscultiano que mentaba el Warhol y teorizaba Dwight Macdonald). Hoy, en soterradas aunque felices circunstancias, ambas obras aparecen y los encargados museísticos prometen, prontamente, permitir su acceso al escrutinio público. Nuestro entrañable Eduard podrá, entonces, reasumir su reposo inmortal iniciado en 1944. Lo interesante sería ficcionar qué fue de la vida de estos lienzos durante estos dos años: ¿cuál fue su periplo?; ¿traspasaron las fronteras noruegas o permanecieron en el vecindario?. Pero, sobretodo, cuáles paisajes y a quiénes contemplaron la sensual virgen y el gritón; ¿estuvieron juntos, cuán próximos, íntimos, evasión mediante?; ¿intercambiaron puntos de vista, acerca de qué conversaron? Me fascina la idea de esta contrapartida sustanciosa de las obras de arte, eternamente condenadas a ser objetos inanimados de contemplación. Que nos miren ellos por esta vez, que nos espíen, nos observen, nos escruten y que nos cuenten ellos, desde su propia perspectiva, nuestras historias (stories, y mira que aquí sí que resulta útil el inglés para diferenciarse de ese inventario histérico de la memoria que casi siempre resulta la history).