BLOG-TRAILER

miércoles, 30 de agosto de 2006

Pánico ficción: género de narrativa urbana

“Con el tiempo y la escasez de la gasolina las colas en las calles alrededor del conjunto residencial se hicieron tan densas que los conductores prefirieron prescindir de sus vehículos abandonándolos a su suerte. Las carcasas inútiles de carros y camionetas han sido inmediatamente ocupadas por buhoneros deseosos de proteger sus mercancías de la lluvia y el sol. Algunos persistieron en su comercio informal, otros aprovecharon el espacio techado, vidrios, chapas, asientos y otros materiales disponibles para instalarse con sus familias de un modo permanente. Incluso gozaron por un tiempo de emisoras radiales hasta que se descargaran las baterías: último toque de lujo en la ciudad, donde, por esas fechas comenzó a escasear la corriente eléctrica.”

Este texto inquietante es un extracto de “Señales”, relato de anticipación urbano-apocalíptica escrito por Krina Ber, autora exinédita de Monte Avila y vecina de antología (Alfadil). Sus “Cuentos con agujeros” evidencian a una narradora cabal que nos descoloca, por ejemplo, desde la perspectiva infantil de “Masacre de putas antes de cenar” o nos exprime sonrisas sucesivas con el peculiar love story de “Agujeros”. Variedad de registros que se confirma en el par de páginas de “Escondite”, brevedad donde esta escritora voyeur destaca sobremanera.

sábado, 26 de agosto de 2006

Ciudadana K

Cuando nos casamos Edith y yo, estrenando cada uno nuestro segundo matrimonio, Kimberly me advirtió –imbuida con toda la autoridad de sus 8 años– que no me iba a decir “papá”. Acostumbra2 entonces a llamarnos por nuestros propios nombres, poco tiempo después me presentaba a una compañera de primaria como su “papá”, hábito que se reiteró a lo largo de bachillerato y la universidad Simón Bolívar, compartiendo esa doble identidad libérrima de “Javier” y “papá”. Con Kimberly, pues, inicié mi pasantía paterna. Varios años más tarde, ya con cierta experiencia adquirida en estas lides, me gradúo de progenitor con el nacimiento de Lorena (honrando, además, el orden alfabético). Hoy Kimberly celebra sus primeros 25 años. Hace casi dos años que vive en París, protagonizando un postgrado en biopolímeros, merced a una beca Alban otorgada por la Unión Europea. Brevísima anécdota que hoy comparto, infringiendo el pacto tácito familiar de que cada quien sea su propio portavoz oficial: siempre nos reíamos con una cuña publicitaria ¿de un refresco? donde unos padres harto bohemios tenían un hijo políticamente correcto y viceversa. La publicidad (arte minúsculo del mercadeo) imita a la vida en sus “slices of life” y, en ocasiones excepcionales, logra reflejarla. En la foto reciente, la ciudadana K y la bailarina L, a la sombra de la torre Eiffel. Mientras tanto, al pie del Avila, Edith y yo brindamos complaci2 el aniversario natalicio con edulcorado quesillo criollo y contrastante Merlot sureño. ¡Salud!

viernes, 25 de agosto de 2006

Calígrafo exquisito: el imperativo de la belleza

Concluí la placentera lectura de “El calígrafo de Voltaire”, novela del contemporáneo argentino Pablo De Santis (1963). Es de esos libros que no quieres que se acaben y vas dosificando el texto a ver si, por alguna suerte de inusual prodigio alquímico, le “salen” nuevos folios de narrativa inteligente: ”Dussel había pertenecido a la secta de los Martillos de Dios, que atacaban las imprentas por creer que estas aplazarían por siempre el encuentro del hombre con el lenguaje natural, anterior a Babel. Veían en la letra impresa la verdadera torre de Babel y trazaban, a partir de cálculos incomprensibles para quienes no fueran ellos mismos, una serie de semejanzas entre los tipos de plomo y los elementos que la Biblia establecía como materiales de la torre”. Metáforas –se me antoja– de la impresión por demanda o la blogosfera que prescinde de correctores, editores y otros intermediarios. De Voltaire, por ejemplo, el autor dice que “sólo le interesan las cosas que están hechas de palabras”.En estas 205 páginas fechadas en 2001 nos aguarda, omnímoda, “la belleza que triunfa sobre cualquier estrategia”. Caligrafía que fluye en presente perpetuo, digitalizada en clave cibernética.
(Colette Calascione nos obsequia su imagen precedente del body art: ¿pero acaso existe lienzo o pergamino más digno que la piel?)

jueves, 24 de agosto de 2006

Babel con subtítulos

Vive anestesiado por dosis regulares de alcohol, ficción cinematográfica y nicotina. Tras un par de divorcios y prole dispersa, se impuso no reincidir en trampajaulas afectivas. Cuarenta semanas al año, sus viajes de trabajo bordean el hastío que combate con una antología en video de 1296 películas donde destacan las diez que rescataría de la extinción nuclear; las clásicas; las bizarras; las irrepetibles; las inteligentes; las precursoras; las espectaculares; las tremendistas; las menores; las entrañables; las de autor y un peculiar etcétera, clasificadas en su computadora por director; año de rodaje y fecha de estreno; protagonistas; sinopsis; referencias, influencias y valoración crítica. Frecuentemente, organiza mini-ciclos intensivos del nórdico Jan Kadar o las distintas versiones de un mismo guión, donde sus invitados pagamos con generosas raciones de bebidas y delicatesses el ticket de entrada a la cinemateca que ha erigido en su apartamento de sin cuenta metros cuadrados. En uno de sus viajes, el festival fílmico de Topía y Ramón coinciden. Abandona sus labores habituales de compra/venta para sumergirse sin pausa en la balsámica oscuridad de diversas salas contiguas. El concepto multiplex lo absorbe y encandila. Películas transculturales, babelparlantes con subtítulos. Reflejos deslumbrantes de otras vidas. Operas primas, cine-foros, retrospectivas. La inteligencia luminosa del celuloide que sintetiza y celebra a las demás artes.

Black out. Extrañamos sus maratones fílmicos, e-mails epilépticos y telefonemas prolijos. Sus ex-mujeres se agrian por la omisión de los depósitos bancarios que cubrían la manutención legal de las niñas. En sucesivos encuentros que incrementan su frecuencia, Margot, Estela, Olga, Gerardo, Luis y yo escribimos, a doce manos, el guión virtual de una película fuera de foco donde Ramón se hace cargo de un premio gordo cualquiera. ¿Cuál de tus films predilectos estás protagonizando? Sobredosis de alcohol, nostalgia y nicotina salpican nuestras tertulias.

(Con este relato breve participé, hará un par de años, en el renglón "Cuentos de cine" del Festival Fílmico de Gijón. Las bases establecían, básicamente, escritos inéditos en español, focalizados en la proyección de ficciones, que no superaran las veinte líneas de texto. Hubo un premio único al que no accedí. Concurrieron cerca de tres mil obras procedentes de buena parte del planeta. Siempre extrañé la iniciativa de una antología que compilase –qué sé yo– "Ciento 35 cuentos de cine". Ah, la foto que antecede este post podría titularse, sin mucho esfuerzo, "3B", ya que en esta cama coinciden las dos "b" de la Bardot y, no menos, la otra "b" de Jane Birkin, perversa fetiche de "Je t'aime moi non plus": ¿gala de la belleza gala?).

lunes, 21 de agosto de 2006

Marketing ¿literario? de la cuarentona Editorial Planeta, capítulo Venezuela

Este sábado 19 me compré un par de libros, casualmente novelas escritas por autores argentinos nacidos en 1963 y, también circunstancialmente, editadas ambas por filiales del grupo Planeta. Hasta aquí todo marcha de maravilla, salvo que los libros ya no ostentan su precio y el lector/consumidor debe inquirirlo a libreros no profesionales (ni vocacionales; son empleados de sueldo mínimo haciendo malabares para sobrevivir), o buscar el dichoso “escáner” de código de barras que, con su zumbido electrónico, escupirá en pantalla el monto a pagar.

Me convenzo a mí mismo de la imprescindibilidad de tales lecturas y paso por caja a cancelar en efectivo, cash contante y sonante que no deja huellas. Grata sorpresa cuando me entregan, además de la factura correspondiente y mis libros embolsados, un par de “cupones”que me otorgan, en retribución a mi adquisición literaria, el derecho a participar en la rifa de (cito textualmente las “pestañas” numeradas 048823 y 048824 que conservo en mi poder): “8 viajes con un acompañante para Los Roques, Isla de Margarita, Mérida y La Gran Sabana. 3 días, 2 noches (con todos los gastos incluidos). Sorteo: 17 de octubre de 2006 a las 3:00 pm) en la sede principal de Editorial Planeta Venezuela)”.

Y digo yo (naif que soy, publicista que soy, lector que soy, escritor que soy): ¿no hay formas mejores de celebrar estos 40 años de la casa editora en Venezuela que mandándonos de viaje fugaz por la geografía vernácula? El conflicto aquí, como en todo, reside no en quién propuso la idea, sino en quién la aprobó...”Decisiones, tra-la-lá”, resuena en mis oídos Rubén Blades el cantante, no el excandidato político.

Imitando (inflingiendo, plagiando, para que les duela) un juego de rol mercadotécnico, yo –casa editorial– pretendo vender más libros y, por ende, promover (estimular, maximizar, optimizar, potenciar) el hábito lector entre los individuos de mi minúsculo mercado, ya que, simplemente, vivo de esto: de vender libros para que la gente los lea o rellene estantes por metro lineal.

Así que mi celebración de mis cuarenta años consistiría, entonces, en premiar (reforzar positivamente Skinner dixit) la conducta de adquisición de libros por parte del mercado lector (consumidor de libros editados por mí), rifando 40 “combos” de premios de Bs. 400.000 cada uno canjeables por libros perteneciente al amplio stock de Editorial Planeta Venezuela (o, desplegando el refrescante abanico de las posibilidades, sortear 40 “paquetes” de 40 libros de bolsillo), ¿no?, en lugar de usurpar las funciones de una agencia de viajes (a menos que exista una subramificación de negocios que yo ignore olímpicamente). Me pago y me doy el vuelto: te premio con mi propia mercancía, la promuevo, consolido lectores y genero fidelidad de marca, al igual que Fidel ostentando el logo Adidas.

Yo, naif, aplaudiría cándidamente la idea (acariciando tiernamente el concepto perverso de que “mientras más libros compre, más cupones acumulo y más chances tengo de que la diosa fortuna o el dios azar se fijen, dadivosamente, en mí).

Yo, publicista, les facturaría con justiprecio mi idea y respetaría el buen criterio de la aprobación gerencial respectiva.

Yo, lector, apreciaría enormemente la posibilidad de hacerme de un generoso lote de libros para mi biblioteca.

Yo, escritor, me quitaría el sombrero ante una casa editorial que honra sus funciones de promover la lectura mediante el sano ejercicio de la gestión comercial que le es inherente.

Yo, competencia, cogería ejemplo. Las mercancías culturales se gerencian y, más aún, si son trasnacionales con soberbias webpages:
www.editorialplaneta.com y www.editorialplaneta.com.ve donde invitan a contactarlos, cosa que haré inmediatamente a la publicación de este post, remitiéndoselo, of course, a la casa matriz y a la sede creole, vamos, sin discriminar.

Otra cosa, a quien le incumba específicamente: deroguen esa fea costumbre de colocarles “preservativos” (léase condones) de celofán estridente a los libros, impidiéndonos hojearlos. Ya que el 98,72% de los empleados de las librerías no tienen la más puta idea de títulos y autores (ni siquiera consultando la base de datos de la computadora, cuando la hay y no es, sencillamente, una caja registradora que cuantifica ingresos), los lectores penitentes que protagonizamos extemporáneos vía crucis por las librerías nos vemos obligados a “ojear” (sic) con nuestras pupilas los libros, escudriñándolos obscenamente entre la desnudez de sus páginas impregnadas con el vello púbico de las letras impresas en ellas y sin técnica depilatoria que valga (las letras arrancadas siempre vuelven a salir con sus cañones más empecinados que antes).

Fetiches tipográficos aparte, el par de libros de bolsillo que me obsequié son: “El calígrafo de Voltaire” y “El secreto de los flamencos”. Autores vivitos y coleando (en cola para cobrar sus royalties): Pablo de Santis y Federico Andahazi.

Ah, cuidado con las sobre-promesas publicitarias (traducción a lo bestia del término anglo “over promessing”, que dicen los gringos, padres putativos de estas disciplinas de “trade”): el domingo antepasado, con derroche de centimetraje, Editorial Planeta Venezuela vocifera desde las páginas de alguno de los periódicos en formato estándar de circulación nacional (mis perros prefieren el papel de “El Universal”, dada su mayor absorción y reacción cromática de la tinta a la orina) que los títulos de Booket, esa deliciosa colección confortable al bolsillo, no sobrepasarán los diez mil bolívares por ejemplar. Quiero que sepan que, a lo largo de media docena de librerías ubicadas estratégicamente en malls del este caraqueño, no existe disponibilidad (ni conocimiento) de tal promoción cuarentona. De modo que yo me quedé vestido (con marcas outlet) y alborotado, con las ganas intactas de comprarme media librería a cuestas, hipotecándome hasta el alma de hipopótamo inflado con las pretensiones de leer a precios de saldo, liquidación, “sale”, rebajas, descuentos, o-fer-tas trisílabas.

¡ De nada, pues !

Berrinches de lector con derechos que me creo yo.

domingo, 20 de agosto de 2006

$3 millones por un clo(w)n (sic) de Elvis, pero no Costello

Venga, que estamos en verano y (como versificaba Vallejo) hay cosas en la vida que, ay, yo no sé. Pues sí: hay veces en la vida en que nos podemos permitir el lujo de jugar un poco a banalizar las cosas –pero, sobretodo, a "balanizarlas" (sic), aunque éste no sea el caso–. Así que me anoto al concurso que se ha inventado un tipo mentado Adam Muskiewitz, allá en los juditédsteys, ofertando un premio único, intransferible e indivisible de tres millones de verdosos dólares gringoides a quien denuncie el paradero comprobable de Elvis Presley, con objetro de ser extraditado a Tennessee y sometido a procesos irreversibles de clonación y criogenía.

Parece ser, pues, que míster Muskiewitz se hartó de tanto tonto "clo(w)n" (sic) –el neologismo is made by myself, ¿okey?– que pulula por ahí ridiculizando la memoria del reyezuelo obeso de Memphis. Y en este orden de ¿ideas?, montó este parapeto mediático para alegrarnos el tedio y otorgarle algún sentido a su existencia, logrando prorrogar su proyecto de vida: un pretendido documental fílmico sobre su ídolo omnífago, titulado –en el colmo de la originalidad– "The truth about Elvis". Para quienes deseen comprobar la veracidad de lo aquí expuesto, la webpage correspondiente es: www.elviswanted.com

Confesaba Elvis Costello en una entrevista apócrifa a un periodista germano la maldición que había supuesto llamarse, también, "Elvis" y dedicarse, además, a la música angloparlante y en el mismo país, con escasos años de diferencia.

Este post implica mi participación en el concurso, pero sin la posibilidad de conceder absolutamente ninguna garantía en cuanto a la comprobación de mi relato: Tras declararlo clínicamente muerto aquel legendario 16 de agosto de 1977, el ambicioso forense cruzó la frontera canadiense con dos docenas de botellas resplandecientes de bourbon, para aligerar su conciencia, y un hiperbólico puñado de dolares. Elvis, por su parte, una vez suplantado su cadáver, tomó un vuelo privado, sin escalas, hasta una polvorienta y destartalada pista de aterrizaje en la xerófita península de Macanao. Desde entonces, temerario por naturaleza que sigue siendo el rey, Presley frecuenta el mercado de Conejeros para consumir litros de merengadas de frutas tropicales donde naufragan docenas de empanaditas de cazón con tajadas y caraotas refritas (tales tres ingredientes conjuntos en cada una de las fritangas neoespartanas). Establecer las coordenadas exactas del domicilio ¿elvítico, preslyano, elvisiano? ha resultado más arduo. Ya sé que esto es un burdo eufemismo para no reconocer abiertamente el fracaso de las pesquisas que no han arrojado ni el más minúsculo resultado en cuanto a data precisa que permitiría a la vigilancia satelital un "barrido" con saldo positivo. No en vano, continuaremos indagando con idea de sumar nuevos aportes a la búsqueda.

Se me ocurre la opción de establecer una "cooperativa" de ojos sabuesos para esta "search, but not to destroy", a ver si le conseguimos a Elvis asilo junto a Lady Di y Lennon, pues Diana ya no soporta las maledicencias de John sobre Yoko Ono y cómo está malgastando su herencia. Para hacerlo callar y desesperarlo, Lady Di le tararea "all you need is love" hasta que el exbeatle solicita el arbitrio beatífico de George Harrison.

Ah, el lapso improrrogable para participar en este torneo expira el primer día de junio, pero del 2008. Al premio en metálico de tres millones de dólares estadounidenses se le aplicarán las deducciones tributarias respectivas. Cosas veredes, Sancho. Good night and good luck.



viernes, 18 de agosto de 2006

Elecciones literarias en tierra de letras

En un país asediado por los sufragios hasta fines de 2006, constituye un vendaval de alivio que Letralia promueva un certamen entre lectores para indagar en torno a los libros que, en nuestro idioma, nos han dejado huella, circunscribiéndonos a los publicados en la década comprendida entre 1996 y 2006.

Se trata de elegir un libro por lector, vinculándose directamente aquí:
http://www.letralia.com/tierradeletras/libros.htm

Limitándome a mi biblioteca (o sea: tres estantes sucesivos de madera de pino barnizada que amueblan el pasillo del apartamento), yo voté por la metanovela “Quién”, del escritor español Carlos Cañeque (a la sazón, Premio Nadal 1997). ¿Por qué? Por sus ficciones concéntricas en torno al hecho de escribir como afición y oficio y la deconstrucción alevosa del mundillo editorial y sus múltiples personajillos. Una frase de muestra: “Nosotros, los lectores, también podemos ser ficticios”. Novela peculiarmente sugerida a lecto-escritores.

Más que las coincidencias, lo interesante será la posibilidad de apreciar la diversidad de lecturas y criterios, tantas como “(e)lectores” (sic) decidan participar.

Enhorabuena a Jorge Gómez Jiménez por esta iniciativa, como celebración exquisita de la primerísima década de Letralia.

Huff: dosis singular de inteligencia y humor

Excepcionalmente, entre la telebasura se abren minúsculos resquicios para la inteligencia y el humor. Cuando ambos ingredientes coinciden en una misma teleserie (canadiense, no gringa), entonces se trata de este prodigio mentado “Huff".

El capítulo final de temporada, que se repite este domingo a las nueve de la noche por A&E Mundo, merece un premio especial por su estructura narrativa evidenciada en la “edición”. Resulta un pleonasmo añadir que Oliver Platt, Hank Azaria y Angélica Huston encaran con virtuosismo “sus” espléndidos personajes concebidos por Bob Lowry.

miércoles, 16 de agosto de 2006

Incunables cinematográficos

Mi proveedor de DVD's me acaba de entregar una copia impecable de "Portero de noche" (1974), el filmcunable de Liliana Cavani, la intensa regista italiana que me sedujo con "Mas allá del bien y del mal" (1977) y "La piel" (1981), me desinteresó con "Detrás de la puerta" (1982) y me volvió a cautivar con su versión de "El juego de Ripley" (2002).

Lo único objetable a mi copia de "Portero de noche" es su doblaje, made in Spain, a un "español fílmico bizarro" en el que las féminas suenan igual de cachondas diciendo "prefiero una taza de té" que "cómeme el coño". Obviando este audio-inconveniente de léxico y entonaciones delirantes, pues me impongo calibrar las casi dos horas de este soberbio juego de roles entre una jovencísima y famélica Charlotte Rampling y el "Dark" (sic) Bogard que nos retrotrae a un 1957 cuando yo, aún, no existía. Refresco el agobio situacional que me dispara la pantalla con sucesivas botellas azules, cuales ojos de la Rampling, de gélida y blonda Solera light.

Su óptica de Nietzsche (verbigraciado por Erland Josephson, actor fetiche de Bergman) y su partenaire ginecológica e intelectual Lou Andreas Salomé (encarnada por la perversa polimorfa que es Dominique Sanda), es una exquisitez que me encantaría volver a degustar sobre el mullido confort de mi domesticidad. Así que, tiempo ha, se la he encargado a mi dealer, sin resultados visibles, con el título detallado en varios idiomas: "Más allá del bien y del mal"; "Jenseits von gut und böse"; "Al di lá del bene e del male". Preferiblemente, of course, en su idioma original y subtítulos in spanish.

Otro incunable en DVD que apetezco es "Les valseuses" (1974), titulado entre nosotros con el refrán de "Las cosas por su nombre", road movie escrito y dirigido por Bertrand Blier, novelista francés instalado cómodamente en la cinematografía. El casting dispone de un Gerard Depardieu imberbe, la eterna veterana Jeanne Moureau y una perturbadora Miou-Miou que descubre el orgasmo acrobático, una y otra vez, en el asiento trasero de un compacto automóvil europeo.

De este milenio resulta "Dancing at the blue iguana", film fetichescus dirigido por Michael Radford, cuyo imán, a todas luces, es el strip-tease de esa divinidad rubia denominada Daryl (palíndromo) Hannah. Cuenta la leyenda que, para adentrarse en su rol, la "JánaJ" (permítaseme fonetizar su nombre a ver si, cual deidad lúbrica, invocándola se me aparece), laboró clandestinamente en varios puticlubs extraviados dentro del anonimato de la geografía gringa, hasta que percibióse convincente para otorgarle cuerpo, flesh and bone dicen allá, a su papel protagónico de nude dancer. Bendita Daryl abandonada por el descastado de John-John, otro Kennedy signado por el anatema familiar de la muerte súbita, herencia maldita de enfermedades, accidentes y atentados. Compañera de reparto de la Hannah es la "chinita" canadiense Sandra Oh, identificable como la doctora Cristina Yang de la gris teleserie "Grey's anatomy" o en su sexyviolento personaje del film "Sideways" ("Entre copas", 2004, by Alexander Payne).

Si consiguen alguna de estas alhajas, agradezco la gentileza de compartir el dato a través de este mismo medio. Por lo pronto, confío en que disfruten tanto como yo el ícono que (me) obsequio: "Der nacht portier".



lunes, 14 de agosto de 2006

Fidel(idad) de marca en sus 80 años: Adidas sobre el pectoral ¿derecho?

La tentación de redactar y publicar este post es superior a mi firme propósito de no hacerlo. Fidel y sus asesores de imagen me pusieron el chance en bandeja de plata. La marca Adidas en el pectoral diestro del Comandante convaleciente es demasiado obvia, legible e identificable. ¿El mono deportivo que atavía a Castro en lugar del pijama arquetípico es un Adidas original o un clon made in Hong Kong, la zona industrial de Cagua entre mataderos de cerdos y gallineros o wherever, pero imitación, copia, falsificación textil de a 3 dólares and eighty fucking cents? ¿Adidas es el sponsor de la revolución y uniformará de ahora en adelante a los atletas cubanos y a los jerarcas durante sus post-operatorios? ¿Borrarán el brand de Adidas merced a las bondades efectistas de photoshop en las sucesivas versiones de la foto? ¿Qué estarán pensando (temiendo, elucubrando durante sus brain stormings) los cerebritos mercadotécnicos de Adidas, alarmados a 90 millas overseas, trasnochados, ojerosos, insomnes y, desde luego, con peor semblante que el mismísimo cumpleañero octogenario que nos ¿sonríe, observa, escruta? desde la intimidad del retrato hospitalario de Fidel? Ya en confianza, díganme aquí en voz baja para que nadie se entere: ¿esto fue un pelón (equivocación, error estratégico, pecado mortal) de la encargada de vestuario o estamos asistiendo al lanzamiento de una preclara campaña publicitaria, de sutileza contundente, para vestir a los mandatarios del planeta? Sea lo que sea, desde este soberbio minarete que me prodiga mi blog, yo los felicito por esta exhibición tan fashion de premeditación casual y elegante alevosía.
Nota para Bush y su tropa de asesores: por una vez en tu vida, Boy Georgie junior, coge ejemplo de tus vecinitos cubanos y fíjate que este atuendo rojiblanco de Fidel Castro, marca Adidas, resulta mucho más idóneo para el clima tropical que las horrendas bragas anaranjadas que les obligas a usar a tus huéspedes de Guantánamo Resort. Oyeme, y por cierto, chico, me parece que los dealers de Adidas como que se burlaron de tu bloqueo comercial a la isla, ¿o no, my man?

domingo, 13 de agosto de 2006

Historia personal de la radio

Recién acabo de hojear la edición aniversario de El Nacional y me encuentro con una columna que reseña fugazmente el momentum dichoso que protagonizó Radiodifusora Venezuela en los años ochenta y noventa. Se me dispararon los recuerdos que me involucran y me provoca compartirlos ahora y aquí. A ver cómo lo cuento con la fluidez que exijo a mis lecturas: en pocos años, yo pasé de ser oyente habitual de "Difusora", a locutor y productor independiente del "El ocio es nuestro negocio", primero, y gerente de programación, después, haciéndome vecino de Marisela Bonilla (una de las primeras y legítimas disckjoketas venezolanas que erotizaba el dial); Arturo Camero, profunda voz autorizada de su "Música sin parámetros"; Gian Visconti, con su timbre nasal y su aguerrido rock nacional; la periodista Erika Tucker, compañera de emisiones sabatinas, con su espontaneidad que arrasaba el protocolo hertziano; Guido Pascarelli, cáustico profanador del primer formato radial sobre informática; Armando Garcés y su vanguardia dark; Alfredo Churión, el coleccionista más ambicioso de canciones pop de los años 50, 60 y 70; Jesús Rodríguez, auténtica enciclopedia musical bípeda desde el mayo francés, pasando por Woodstock, Bangladesh y continúa actualizando data en su disco duro. Era la emisora de Ricardo Siblesz, un jefe peculiarísimo al que apenas se le "veía" la voz a través del teléfono unidireccional con línea directa al estudio de transmisión en vivo. Justo allí, manufacturábamos radio en amplitud modulada, sin comprar audiencia mediante concursitos y premiecitos. Tampoco "sacábamos" llamadas de los oyentes al aire. La radio se hacía desde este lado de la pecera, emitiendo ondas hacia afuera, sin canibalizar ni burlar al oyente. No se escuchaban gritos ni fanfarrias. Radio prácticamente sin publicidad, con una cobertura azarosa que potenciaba la señal en el Este capitalino y salpicaba las ondas a paisajes insospechados como Aragua, Falcón y Guárico, dependiendo del clima. Sin ninguna modestia, éramos el dream team de nuestro propio sueño hertziano. En mis programas, acompañado por los punteos de Clapton (“Same old blues”), leía a viva voz un texto de Sam Shepard (no el basquetbolista, sino el esposo de Jessica Lange, guionista de los films de Wenders, actor, escritor y dramaturgo): “Conocí a un guitarrista que decía que la radio era su amiga. Se sentía emparentado no tanto con la música como con la voz de la radio. Su carácter sintético. Su voz, que no había que confundir con las voces que salían de ella. Su voz, la voz, voz de radio. Su capacidad para transmitir la ilusión de personas a grandes distancias. Nuestro guitarrista dormía con la radio. Soñaba con un etéreo país de la radio. Creía que jamás encontraría ese país, de modo que se contentaba con limitarse a escucharlo. Creía... que había sido expulsado del país de la radio y estaba condenado a vagar eternamente por las ondas, buscando una emisora mágica que le devolvería la herencia perdida” (Crónicas de motel, Editorial Anagrama, 1979).

jueves, 10 de agosto de 2006

Desnudos de museo

Este fotógrafo cojonudísimo que es Spencer Tunick desnudó de nuevo a la gente, pero esta vez al calor del museo de Dusseldorf y a la sombra luminosa de lienzos hermosísimos, pletóricos –algunos de ellos– de gloriosas epidermis. Exhibición de geografías humanas, demasiado humanas, que le agradecemos a Tunick, sobretodo cuando hace poco, aquí mismo en Caracas, embelleció nuestro downtown por unas horas, poblando de soberbios cuerpos desnudos (altos y flacos al estilo del Greco; generosamente obesos parafraseando a Botero; jóvenes de la tercera edad desafiando la fatiga de materiales; ensortijados y podados céspedes de vello púbico; pieles voluntariamente tatuadas e impolutas de piercing alguno; todos, manifestándose púbica y públicamente contra la ley de gravedad newtoniana que persiste en anclarnos a nuestras huellas). Desnudos: tal es el traje del emperador y la auténtica bandera que nos uniforma, nos diversifica, nos place, complace, eterniza. Obras de arte bípedas. Edén expropiado por hombres y mujeres a las minúsculas deidades que se decían sus dueños. Paraíso in terra donde degustamos todos los frutos, sin prohibiciones ni dictámenes. Himno fisiológico que resuena entre paredes de museos y aposentos disímiles. Imanes unos de otros que somos para complementarnos y satisfacernos. Belleza impronunciable que deleita pupilas, neuronas, textos, lienzos. Irrenunciable identidad sin atavíos la de nuestros cuerpos.

martes, 8 de agosto de 2006

El traje nuevo del depredador

Es tal el desprecio de quienes se “pustulan”(sic) (postulan con pus supurante) para gobernar a “su pueblo” (denominación despectivamente demagógica y, no menos, demagógicamente despectiva), que la indumentaria que se exhibe en la foto resulta la más idónea para todo candidato, sin exclusión de usos y costumbres sexuales ni tamaño de la ambición. Los rollos de papel higiénico que coronan la testa permitirían “limpiar” de alguna forma la hemorragia discursiva, con la consecuente donación de heces vocales que insisten en prodigar los electorables a su masa amorfa de consumidores; o sea, votantes. (Para los comandos de campaña interesados: el vestuario corresponde al teatro de calle que el grupo ibérico Els Comediants protagoniza en las calles de Santander, dedicado a Mozart).

lunes, 7 de agosto de 2006

Se solicita Cicciolina creole

Esto es lo único que nos falta para las primarias. Tenemos el circo entero con una pléyade de payasos. Así que un drag queen nos vendría de perlas para alegrar las elecciones (o una porno star, lo que sea, cualquier madonna massmediática). Se aceptan candidatos insepultos (CAPs y Calderas matusalénicos, sin fecha de caducidad en el empaque). Total, hace años que los venezolanos vivimos atrapados en una emisión continua de “Radio Rochela”, pero en plan reality show del que no logramos desconectarnos. Y las sonrisas iniciales se han trastocado en muecas de asco. Nos han salido muelas en los oídos para atenuar el volumen y frecuencia de los discursos. Y mientras nos ponemos en fila para atragantarnos con nuestra ración asignada de bípedos coprófagos, por aquí todo el mundo se eterniza habla que te hablablablablablablablabla. Cierro este post con una cita de Camus, donde anticipaba nuestra sobredosis de realismo nauseabundo: “Resulta imperativo dedicarme a ahogar el grito”.

sábado, 5 de agosto de 2006

Mis hijas en el Louvre...no tiene precio

Parodiando la campaña publicitaria, para todo lo demás existe Mastercard. Kimberly concluye su postgrado parisino en biopolímeros y Lorena la visita. Los viajes tienen la particularidad de convertirse en un patrimonio tan íntimo que nadie es capaz de poder expropiártelos. Los paisajes, las millas aéreas, las obras de arte, las crepes, los matices del cielo se te interiorizan y habitan tus neuronas irreversiblemente. Por una vez, concuerdo con el bravuconazo de Hemingway: París es una fiesta. Donde mis hijas celebran. Y Edith et moi meme, instalados en Caracas, nos sumamos al brindis etéreo, vital y vitalista, previsiblemente paterno.

viernes, 4 de agosto de 2006

¿Cuál cultura? ¿Cultura dónde? ¿Cultura para qué?

Los medios tradicionales criollos (venezuelan creole mass media, ¿se escribirá así?) pichirrean cada vez más el espacio a cualquier información que parezca culturosa y, en su lugar, rellenan sus centimetrajes y ondas radioeléctricas de chismes nimios de una "fuente" donde cabe cualquier supuesto escándalo, denominada –nunca mejor dicho– espectá(culos). Gracias a la web, puedo encontrar reseñas de exposiciones de arte (es apenas un ejemplo), como la de la foto anexa (by David Gray, Agencia Reuters), dedicada a la artista australiana Nike Savvas, quien en su "Atomix" juega paleta cromática con 50 mil pelotas de polímeros, en la galería New South Wales, ubicada en Sydney, como quien dice al doblar la esquina en el siguiente hemisferio. ¿Reseñas literarias? ¡Pero si nadie lee! Resulta más instructivo idiotizarnos con las flatulencias ginecológicas de Paris Hilton o los lamentos quejumbrosos de Spielberg. ¡Bendita internet que me permite encontrar en la red y publicar en mi blog, al instante, lo que me da la gana! Ah, y se me antoja aclarar que contra los culos no tengo absolutamente ninguna aversión, sino expectación por los expectáculos (sic): nueva entrada de la DRAE que designa excepcionales glúteos que expectoran expectativas exorbitantes.