BLOG-TRAILER

sábado, 13 de marzo de 2010

NINA HAGEN EN CARACAS: texto narrativo

(Para Julio E)


"No existe un sistema más poderoso
que el individuo"
(Sam Shepard)


¿La culpa? La culpa, la culpa la tiene ella. Canta Mirna señalándose con picardía la entrepierna. Nicolás cae de rodillas ante su regazo, acomoda la punta de su nariz dentro del ombligo y entona hacia el bajo vientre:

-Usted es la culpable de todas mis desdichas y todos...- se interrumpe en seco- ¡hostia, que mal te huele el ombligo, tía!

-Chico, ¡tan rico que íbamos y tú siempre tan poco romántico!

-Búscame un hisopo mojado en alcohol para desterrar tal pestilencia de mis dominios.

Mirna se echa con furia hacia atrás y Nicolás cae de bruces sobre el piso de granito, con las manos en cruz, golpeándose la barbilla y maldiciendo en su castellano cargado de zetas.

-¡Sigue de payaso!

-Anda, tráeme hielo Mirmir, que ya se me está hinchando.

-Te vas a poner como una bruja y con lo feo que tú eres, mijito.

Nicolás es una versión actualizada de Rasputín mezclado con un Casanova del Caribe. Es, en realidad, un señorito madrileño, hijo de inmigrantes, que llegó a Venezuela a los siete años y de aquí no piensa moverse. El acento y las expresiones castizas se le han exacerbado y en eso radica buena parte de su encanto. Su cabello y barba azabache contrastan sobremanera con su piel blanca que no se tuesta con el sol, sino que se torna colorada, esencialmente en las mejillas. Mirna es caféconleche claro, espumosa y calientica, full feliz y reconfortante. Un exnovio le escribió una vez que ella era "lo más parecido a la vida". Así, textualmente.

Y la vida de Mirna ahora gira en torno a Nicolás, su epicentro. Nicolás escribe su vida y ella la interpreta con naturalidad. Sin chistar. Sin preguntas. Es muy cómodo y no hay que plantearse nada. Nunca, nadie, se había ocupado tanto de ella. Qué decir, qué pensar, qué vestir, qué hacer, qué comprar, cómo cocinar, dónde trabajar. Antes su vida se la escribía el destino, un señor o señora cuyo rostro no veía. Ahora, al menos, la cara de Nicnic se la conoce de memoria. La cara de yo no fui. La cara de tengo, tengo, tengo. Tengo hambre, tengo sueño, tengo ganas de hacerte el amor. Esa es, sin duda alguna, su mejor cara. Relajada y transparente. Los otros rostros son menos amables. Seductores, sí. Convincentes, también. Pero temibles, porque Nicolás es implacable. Sin alzar la voz ni asomar el mínimo rastro de violencia física, sus palabras filosas, hirientes, son un riesgo que Mirna no quiere correr ni de lejos. En todo caso, ella abriga la certeza de que él siempre obtiene lo que quiere, siempre domina, siempre se impone, siempre gana, logrando que Mirmir proponga, como idea de ella, exactamente lo que él tiene pensado.

-Nicnic, ¿no te parece que yo estudie y trabaje para poder ahorrar y adelantar el viajecito a Europa?

-Si tú quieres, Mirmir, sabes que puedes hacerlo.


De cierta manera, por años, él le dicta en silencio sus parlamentos. Pero los embrujos también se rompen y una noche en la que Mirna violenta la regularidad consagrada de su horario, descubre a Nicolás, en la cama de ambos, realizando un casting minucioso a una pelirroja vestida de pecas.

Mirna no se lo podía creer y la sorpresa estableció el límite. Nicnic, desterrado entonces de su habitual morada, recibió asilo inmediato en los predios mucho más vastos y confortables de Catherine.

-Tú naciste de pie, te parieron enmantillado, cabronazo, pero no abuses de tu suerte que nada dura para siempre.- Le dice Julio, un amigo cubanobelga también instalado en estas tierras. -Aunque yo creo que estas tierras son las que se han instalado en mí.-

Nicholas & Catherine ocupan la residencia particular -no la oficial- del encargado de negocios de cierto país angloparlante con significativas importaciones etílicas hacia Venezuela. Cathy es su hija rebelde, independiente, alocada, a quien es mejor no contrariar bajo ninguna circunstancia. Mister Morgan lo más lejos que llega es a regatear sus caprichos, negociando un sesenta, setenta por ciento de sus demandas, declarándose así ambas partes satisfechas. Why not if Cat es lo único que le queda en el mundo a este elegante cincuentón que lleva su viudez con mucho garbo y cuya liquidez resulta arrebatadora para las portentosas jóvenes de piel canela que frecuenta.

Yaritza sucede a Catherine la breve, contraviniendo los pronósticos de Ramón y Julio, quienes se entretienen apostando cartones de Negro Primero a ver quien acierta la duración de los amancebamientos del señorito nacionalizado. El escocés no es la bebida predilecta de Nicolás y, por lo visto, su cetro calza mejor en el alma nativa, expuesto durante tantos años a su idiosincracia. Mudanzas más, mudanzas menos, el zar ibérico ya ha recorrido buena parte de la geografía caraqueña, eterno inquilino de su corte de féminas, marcando su reino desde San Bernardino hasta la California Norte, desde Colinas de Bello Monte hasta la última transversal de Los Chorros.

-¡Verga, Nicolás, nos estamos poniendo viejos!

-Viejo tu culo, Ramón.

-No, en serio, te acuerdas del concierto de Nina Hagen, la única vez que vino a Venezuela y se presentó en el Teresa Carreño, hace un coñazo de tiempo, masturbándose con un crucifijo sobre el escenario e interpretando su versión del tema "My Way". Te acuerdas que decíamos que Frank Sinatra debía estar revolcándose en su tumba mientras la voz de Nina subía y bajaba enloquecidamente trastocando la partitura por completo.

-Sí, creo que me acuerdo.

-Fuimos con nuestras parejas de entonces. Tu novia se llamaba...Selene y era periodista. Por eso conseguimos asientos en primera fila. Cuando Nina Hagen vio el tremendo lente de la cámara que cargaba Erika posó para ella sacándole la lengua, casi tan larga como la del cantante del grupo Kiss. Esa foto, Nicolás, fue la portada del primer número de la revista Fama.

-Bravo por la crónica ¿y entonces?

-Coño, que en ese momento, Nina Hagen todavía no había parido a su hija Cosma Shiva, a quien le dedicó una canción y hasta grabó sus gorgoteos de bebé, poniéndolos en uno de sus discos.

-¿Y?

-Que ayer estoy viendo el canal alemán de noticias y sale una carajita hermosa, como de veinte años, y cuando la identifican me doy cuenta de que se trata de la actriz Cosma Shiva Hagen, la hija de Nina Hagen. Y de ayer a hoy, Nicolás, han pasado veinte años.

-Al grano.

-Pues que deberíamos ir pensando, a nuestra edad...

-Estamos en la cresta de la ola, Ramón.

-Sí, pero cuando la remontemos, ¿de qué carajo vamos a vivir?

-De lo que hemos vivido siempre.

-Sí, Nicolás, sigue creyendo y te veré recogiendo latas por las aceras o jugando póker en un albergue para viejos de la calle, bautizado Pascual Navarro.

-Jé, jé. Me gusta la imagen: Nicolás con su larga barba entrecana y su jauría de perros, como única compañía, recorriendo Caracas mientras empuja su carretilla repleta de latas, cartones y periódicos viejos o, ¿por qué no?, malviviendo sus últimos días damnificado en el Pascual Navarro.- Julio destapa la segunda botella de ron, incorporándose desde el rincón donde ha permanecido divertido, convidado de piedra en el contrapunteo de sus amigos.- Despreocúpate, Ramón, que nosotros tres estamos predestinados a mayores glorias, somos elegidos de los dioses y, déjame tocar madera, a ninguno de nosotros nos tocará ver ni vivir eso que profetiza tu angustiosa vocación de empresario.

-Ninguna angustiosa vocación de empresario, Julio, ¿en serio que a ti no te preocupa qué haremos para vivir los próximos años?

-De verdad, Ramón, que no me preocupa en lo absoluto. Ya yo he vivido momentos peores, de absoluta incertidumbre, en los que simplemente no sabía qué carajo iba a comer o dónde iba a pasar la noche en pleno invierno parisino, antes de la meningitis que casi me manda al infierno, si no es por los cuidados de una belga estudiante de teología, a quien conozco en Bruselas y me traigo a Venezuela con mis cuentos del Trópico.

-Coño, sí, Julito, pero en ese entonces éramos jóvenes.

-Jóvenes, hermosos, invencibles...

-¡Y lo seguimos siendo, compañeros, y además sabios!- celebra Nicolás alzando su vasito de ron seco.

-Con ustedes no se puede.

-Julio, prepárale otra cubata a Ramón, a ver si se relaja.

-Una buena cubata es lo que recomienda el médico a estos exfuncionarios culturales que viven muy tensos recordando al Conac saudita donde editaban sus revistas.

-Conac saudita del que todos mamábamos, incluido tú, Julito, jefe de redacción de la mitad de las publicaciones literarias en Venezuela.

-¡Venga, toro, torito, toro, eah!

-Yo te lo dije, Julio, que no invitáramos a Ramón porque se pone violento con el ron.

-No, en serio, yo sé que estoy ladilla, pero es que el tema me preocupa. Lo matamos, cerramos capítulo y nunca más lo vuelvo a tocar, pero ¿cómo se ven ustedes viviendo los próximos años?

-Julio, mejor le respondemos ahora o nos anclamos en la misma cantinela y nos hundimos en ron, sin hielo, por favor. Recuerden lo que le pasó al Titanic...

-Okey, pero vamos a hablar en serio, no por silenciarme en callapa ni para salir del paso ¿De acuerdo?

-¿En serio? ¿Tú quieres hablar en serio, Ramón?

-Ahora sí que se jodió la velada. Ramón, cuando Julio amenaza con hablar en serio, tú no sabes el lío en que te estás metiendo...

-Tranquilo, Nicolás, que hoy me encuentro suavecito, sí señor, suavecito.- canta Julio haciendo gala de su acento cubano.

-Ah, vaina, de bolas que estoy hablando en serio. ¿Tienen algún problema?

-No problem.- contesta Nicolás.

-El riesgo de hablar en serio, Ramón, enronados como estamos, es que los mecanismos de censura que ejerce el superyo se apagan y empezamos a decir cosas que no queremos escuchar de nuestros propios labios.

-¿Y desde cuando necesitamos censurar lo que pensamos entre nosotros, Julito?

-Censurar no es la palabra, pero sí suavizar, edulcorar, maquillar el cadáver de la revolución hasta lograr un eufemismo aceptable que no agrie el humor reinante.

-No me parece, profesor.

-Bueno, si quieres hablar en serio, vamos a entrarle. Yo vengo viviendo de la literatura, escribiendo, publicando críticas, dictando seminarios, alrededor de 30 años. Ahora sobrevivo, igual que Nicolás, traduciendo y dando clases de francés, como lector de una editorial y corrector de pruebas de otra. Vainas que en lo absoluto me interesan, pero que me permiten trabajar en mi casa, a mi aire, con el horario que yo mismo me impongo. Y lo seguiré haciendo mientras la vista me lo permita. Pero estoy cansado, aburrido sobretodo, cosa peligrosa, ya que prefiero los puñetazos al aburrimiento, porque el aburrimiento es peor que todos los demás, digo citando al bravuconazo de Brecht. Y qué más quisiera yo, Ramón, que ser el dueño absoluto de mi tiempo y disponer de recursos para poder viajar, reencontrarme con mis amigos desperdigados por Europa, leer y escribir lo que realmente me interesa.

-Completamente de acuerdo.- asiente Ramón.

-Nada que objetar.- sentencia Nicolás.

-Sí, pero lo que quiero transmitirle a Ramón es que yo no comparto su abrumadora necesidad de emprender acciones independentistas y abrir un negocio propio. Eso a mí no me interesa.

-Y entonces, Julito, ¿de dónde piensas sacar los recursos para hacer todo lo que quieres?

-Coño, yo vivo como un monje, comiendo frugalmente, cogiéndome una que otra carajita aquí en mi apartamentico alquilado, moviéndome en Metro, tomando vino todos los días y comprando la edición literaria de El País todos los sábados, pero ahorrando. Como una puta hormiguita, de a poquito, pero sin distraer fondos para comprar ropa de marca, ni cidis, ni jugar bingo. Y ahí tengo un colchoncito de dinero, mínimo, intocable, que no me permite viajar, pero que sirve para afrontar emergencias. Esa es la realidad. ¿Qué más me voy a plantear, Ramón? ¿Escribir para concursos internacionales con premios en dólares? ¡Esa es la lotería que yo juego!

-Sí, está bien, Julito, pero tú sabes lo escarmentado que yo quedé después de lo del Conac y la Biblioteca Nacional. Y de allí en adelante me juré no volverle a trabajar asalariado a nadie, obligado a calentar una silla durante todo el día y rindiéndole cuentas a jefes que ni siquiera son los dueños de la taguara.

-Vale, Ramón, te entiendo, pero es que tú sobrerreaccionas yéndote al otro extremo y quieres entonces convertirte en el jefe, en el dueño, en el empresario. No olvides a Martí que conoció al monstruo desde sus entrañas.

-Yo no quiero ser el monstruo, Julito. Apenas me propongo trabajar para mí mismo y ganar en relación a mi esfuerzo.

-Pero ya tú lo vienes haciendo, Ramón, como productor de cine.

-Eso es más de lo mismo, Nicolás, tú lo has vivido como guionista. De nuevo trabajas para otros, en una relación laboral un poco más libre, pero cuidando reales ajenos.

-Y entonces, ¿qué te ves haciendo, Ramón?

-Prepárame otra cubata y te cuento, Julito.

-Al fin se nos animó el hombre, Nicolás. El cubalibre opera milagros en Ramón. Primero lo eriza, lo Ramóniza, lo homeriza, lo homoeriza. Después lo amansa, lo entona y lo entusiasma. ¡Cosa más grande es el ron!

Ramón prosigue, tras un sorbo larguísimo que deja el trago por la mitad.

-Yo me veo con una pequeña productora audiovisual. Realizando documentales, cuñas, cortometrajes. Yo dirijo y ustedes podrían escribir los guiones.

-¿Trabajar para ti? ¡Nunca! -salta Nicolás.- Serías un sátrapa de esos que odias, exigiendo como un salvaje y pagando tarde y mal. Uno se convierte en lo que desprecia, y no estoy citando a Martí.

-¿Y de qué vas a vivir, buen salvaje?

-Ya que estamos hablando tanta paja, les voy a contar una idea que acaricio desde universitario, cuando todavía vivía con mi madre y para follar tenía que irme a un motel.

-Venga, nos hemos puesto confesionales. Cuéntalo todo, Nicolás, que seguro te damos la absolución.- se burla Julio, recordando sus extravíos como fraile dominico en Granada.

-Pues en los moteles a los que llegaba en taxi como a La Toja, allá en el Country, o caminando hasta los de la Casanova, siempre que esperaba por una habitación pensaba que todas las parejas que estábamos allí compartíamos un objetivo único: el GOU, el Gran Orgasmo Universal, una fuerza divina, una energía cósmica que explotaba en diferentes momentos de esa noche, bajo un mismo techo, haciéndonos a todos, hombres y mujeres, más relajados y felices. Un momento único que nos acercaba e igualaba como miembros de una especie que folla sin necesidad de estar en celo, ni con la misión de reproducirse, sino movidos por el simple y puro deseo del placer. Hembras y varones sudando, esforzándose en una olimpiada privada, uniformados por la desnudez y la necesidad de satisfacerse.

-¡Coño, Nicolás, qué escondido te lo tenías, eres un visionario del carajo! Este impulso primigenio del que hablas, como comer, como cagar, como respirar, hacer el amor, tirar, forma parte del ciclo de la vida. Es una actividad de primera necesidad y la gente requiere donde hacerlo cómoda y libremente, sin presiones, limitaciones ni moralismos. Imagínense una cadena de moteles discretos, pulcros, modernos, afiliados a todos los sistemas de pago, con un sistema automatizado de acceso donde no tengas que verle la cara a nadie.

Julio y Nicolás enmudecen ante la elocuencia etílica de Ramón, predispuesto como nunca a maquinar negocios que terminan engrosando sus archivos de iniciativas empresariales en espera de capital.

-Abiertos las 24 horas. Moteles temáticos en los que segmentaríamos el mercado de acuerdo a preferencias sexuales y disponibilidad económica. Si puedes pagarlo, aquí lo obtienes. Parejas, tríos, poliedros. Camas de agua, redondas, tamaño familiar. Con cámara de torturas, internet, videos domésticos. Disfraces y accesorios. Banda sonora, música en vivo. Stripers, bailarinas árabes, mariachis. Registramos una franquicia venezolana con proyección internacional y nos asociamos los tres en partes iguales. Después colocamos las acciones en la bolsa.

-Walt Disney resucitó y está tomando cubalibre en mi casa- se lamenta Julio, preparándose uno más. -Don Quijote de la leche lo acompaña.

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