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miércoles, 21 de marzo de 2007

El síntoma auspicioso de hacer cola

Y, encima, hacer cola no para cobrar una pensión, ni para comprar un boleto del Metro antes de lograr ensardinarnos en algún vagón, ni para optar al casting del Iberoamerican Writer (esta idea se la debo al "Capo", ¿eh?) , ni siquiera para asistir extasiados a la inauguración del viaducto over the creole trocha y poder vivir la experiencia organoléptica de llenar nuestras fosas nasales con la fetidez nauseabunda que espantaría de su Castillete al propio Reverón que hoy se vitrinea con Juanita y sus muñecas surfistas de luz en el MOMA de Nueva York sin sus muelas gemelas del juicio final.

No, la cola a la que me refiero es la que protagonizan miles de nipones sonrientes para poder admirar de cerca (y eternizar en el memory stick de su cámara) "La anunciación" rubricada por Da Vinci en el Museo Nacional de Tokio.

Estas son las colas auspiciosas que asumo con placer. Naif que insisto en ser, yo.

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