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miércoles, 13 de diciembre de 2006

Antihéroe que soy


—Para Guido, in Spain (is a pain is a pain), habituándose al paro—

“Seamos perezosos en todo,
menos en amar y en ser perezosos”
(Paul Lafargue)

Para mí, los héroes son un bostezo sostenido que me acalambra la mandíbula. Desde siempre he optado por los antihéroes, los perezosos, los quietos y, ¿por que no, pues?, los canallas de ficción. Resulta, además (y esto lo he venido a descubrir recientemente), que yo siempre he sido un vanguardista preclaro de lo que ahora se denomina “slow life". O sea, que nunca me he anotado en la carrera de ratas y que prefiero la vida contemplativa que te conduce al pelabolismo, sí, pero a la placidez, también.

Me relataba mi madre que cuando nací, en vez de escupir el proverbial alarido lacrimógeno que ensayan los bebés para estrenar sus pulmones y hacerse oír, pues yo, simplemente, bostecé una y otra vez. Siempre he sido un ecologista que he ahorrado energía intentando encaminarme hacia el mínimo esfuerzo en todas mis acciones y desplazamientos. Como ya sospecharán he evitado el deporte a toda costa, falsificando certificados médicos en primaria y bachillerato que me eximían de sudar como un cerdo recalentado por las inclemencias de tanto trópico.

Si hasta en mis lecturas he prescindido de aventuras que puedan fatigarme. Julio Verne, ni de vaina. La Odisea, bien lejos. Lo mío es Calderón de La Barca susurrándome desde sus páginas que “la vida es sueño y los sueños, sueños son”. Y, claro está, el dios Oníricus es la máxima deidad de mi politeísmo, seguido de Eros (por la horizontalidad que predomina en sus predios). Hemingway es una ladilla con sus bravuconadas de guerra y matanzas de animales. Mis libros de cabecera son aquellos donde no pasa nada y el narrador-protagonista despereza su viaje interior. ¿Por ejemplo, me increpan? Las novelas “Éxito” y “Dinero” de Martin Amis.

Y es obvio que a esto de la escribidera accedí porque se podía hacer sentado, sin tener que cargar nada y con la posibilidad de que apenas se me cansen los ojos y los dedos. La antología de mi flojera llega a tanto que, tras escribir estos cuatro párrafos iniciales, voy a recortar y pegar a continuación cierta añeja crónica que he reciclado ene cantidad de veces sobre el mismo tópico. Aquí la tienen y, si recuerdan haberla leído, háganse la vista gorda, sorda:

(Para leer el texto completo, sírvanse pulsar a continuación)

http://hermanoschang.blogspot.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Javier...

No pude contener una gran carcajada al leer esto. Y es que justo anoche le comenté a la susodicha lo importante que es el posicionamiento en la vida y le dije tajantemente: por ejemplo, a nadie se le ocurre a Javier que haga algo, ni siquiera cuando cobra un sueldo...
Y es absolutamente cierto, Javier, hay muchas cosas que admiro de tí, pero ese posicionamiento que, como bien dices te viene de nacimiento, es lo que más admiro, respeto y en cierto modo hasta envidio.
Hasta me recuerdas al tipo ese que comparte mi cumpleaños, Walt Whitman, de quien alguien dijo: "Es un vago, pero un vago magnífico". ¿Qué más se le puede pedir a la vida, sino que te respeten ese posicionamiento?

Guido

Anónimo dijo...

Sin ningún temor a lo que tu salvaje ego puede tomar como complaciencia he decidido bajar tu foto en neón y colocarla en mi pantalla. Muy a tu pesar eres uno de mis héroes y lo que puede ser peor uno de mis amores eternos, de aquellos que transcienden tiempo-espacio. No voy con esto de los blogs, bien lo sabes, y con las pseudoconciencias haciendo de las suyas en las vias internauticas estremeciendo las existencias con tanto vitrinismo y desparpajo. Sé que todos al final hablan consigo mismo y este mecanismo cyber es el mejor recurso catártico ante las elevadas consultas psico-psiquíatricas y los temores ocultos presentes que generan la verdad espiritual cuando se asoma la posibilidad de saber lo que se es y dar con ese Dios en el interno irreconocido, irreconocible, inexistente e imposible desde todo lo que desconocemos.
No se trata de conmoverse desde un ego espiritualizado ante el relato interno ajeno, los que más se reflejan, los menos se distancian y casi nadie te desdice o te dice.
Tienes tanto valor de exponerte en tu conciencia, tienes tanta en lo que crees tu vacio, tienes tantos signos de divinidad represados en lo que entiendes y explicas como tu humanidad. Por eso te amo, te amare siempre por hoy.
Vagabundo de mil recursos, letrado de soberbias exposiciones, loco de ningún atar, erudito de tus impulsos, sobrado de tus costumbres. Sigue reconociéndote...
tú sabes quien soy