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sábado, 11 de noviembre de 2006

Mi esposa me alerta que escribo dormido

No es mero sonambulismo de pasajeros del sueño. Edith me relata mi rutina. Al filo de la más hiriente madrugada, me desprendo de la cobija y aletargado en mi pijama me dirijo en plan zombie a la computadora. Automáticamente la inicializo y escribo en caracteres ilegibles. Sucesivas emociones trasluce mi rostro de mirada fija monitoreando jeroglíficos. He intentado acceder a mis escritos oníricos, pero parecen estar vedados a la vigilia. ¿Cuándo alcanzaré la fase de leer dormido? Edith me recuerda que leer es soñar despierto. Sumido en su propio éter, Calderón le da la razón: “los sueños sueños son”. Próxima tarea que me impongo: dilucidar el son de los sueños que son. ¿Qué me dices, Sigmund?

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