Xiomara amaneció en un mundo donde no hay sábados ni domingos. Y de no haber, pues no hay, tampoco, ni martes, ni miércoles, ni jueves, ni viernes. ¡Sólo hay lunes! ¡Siempre es lunes! ¡Lunes de sol sin luna ni estrellas! Un día tan largo que parece que el reloj no avanzara, que cada segundo durara un minuto, cada minuto una hora y cada hora un día entero. Un día caluroso y cansón, donde toooooodo paaaaaaaaasa leeeeeeeeeentamente.
Las palabras, además, ahora significan cosas diferentes y para Xiomara se trata de aprender de nuevo a leer y escribir, en su mismo idioma, como si fuera un bebé. Todos los días cuando va a la escuela, la maestra escribe en la pizarra que hoy es lunes 21 ó lunes 22 ó lunes 23, pero con las palabras cambiadas: “nunca lloverá el lunes 21 ó lunes 22 ó lunes 23”.
Para dar los buenos días, Xiomara, que ahora no se llama así, sino “Maraxio”, tiene que decir “rojas nubes”. Tengo hambre es “mi ombligo está triste” y con los ojos abiertos en la pecera significa “me voy a dormir”. Xiomara no ha aprendido mucho más todavía. Sabe saludar, pedir comida e irse a su habitación a descansar.
Sus padres y sus amigos siguen siendo los mismos, pero hablando ese idioma con palabras conocidas y significados diferentes. La gente es amable y la rutina es igual, aunque sin sábados ni domingos, ya que no existen palabras que signifiquen “vacaciones” o algo que se le parezca, así que todos los días se repiten, sin semanas ni meses ni años. Xiomara contabiliza que ya van por el Lunes 367 o como se dice ahora “nunca lloverá el lunes 367”. De hecho, esa es la realidad en este mundo extraño: jamás llueve y “silla mala no se baña en el museo”. Discúlpenme pero yo mismo ya he empezado a contagiarme con este nuevo lenguaje que resulta tan enloquecido y delirante.
Maraxio le comenta a su amiga Liace que “los aviones italianos se compran farmacia en la y el bombillo come miedo se con sombrero”.
Liace entre risas le contesta que “trompo enjabona bicicleta su en la escalera campanario del y el rinoceronte avestruz tres melocotón, ay”.
Maraxio se para en seco para responderle que “escalera sube mango bajito. Marrón bienvenidos azúcar serrucho gigantes de madera”.
Ahora, ambas dicen al mismo tiempo, como si se tratara de un poema que declaman de memoria: “Flores muchas triángulo en el. Amarillo niño duerma no se ahora que el sol está saliendo gaveta ya de la”.
¿Entendieron? ¡No se preocupen que yo tampoco! Sólo espero que Maraxio me mande un diccionario de este idioma lunético o lunático (no estoy seguro de qué forma se dirá) para poder comunicarme con ella y, sobretodo, saber cómo le está yendo. Yo, a mi vez, se los contaré a ustedes, para que no se queden con las ganas y conozcan la historia completa, de la “z” y hasta la “a”. Seguiremos informando...
Las palabras, además, ahora significan cosas diferentes y para Xiomara se trata de aprender de nuevo a leer y escribir, en su mismo idioma, como si fuera un bebé. Todos los días cuando va a la escuela, la maestra escribe en la pizarra que hoy es lunes 21 ó lunes 22 ó lunes 23, pero con las palabras cambiadas: “nunca lloverá el lunes 21 ó lunes 22 ó lunes 23”.
Para dar los buenos días, Xiomara, que ahora no se llama así, sino “Maraxio”, tiene que decir “rojas nubes”. Tengo hambre es “mi ombligo está triste” y con los ojos abiertos en la pecera significa “me voy a dormir”. Xiomara no ha aprendido mucho más todavía. Sabe saludar, pedir comida e irse a su habitación a descansar.
Sus padres y sus amigos siguen siendo los mismos, pero hablando ese idioma con palabras conocidas y significados diferentes. La gente es amable y la rutina es igual, aunque sin sábados ni domingos, ya que no existen palabras que signifiquen “vacaciones” o algo que se le parezca, así que todos los días se repiten, sin semanas ni meses ni años. Xiomara contabiliza que ya van por el Lunes 367 o como se dice ahora “nunca lloverá el lunes 367”. De hecho, esa es la realidad en este mundo extraño: jamás llueve y “silla mala no se baña en el museo”. Discúlpenme pero yo mismo ya he empezado a contagiarme con este nuevo lenguaje que resulta tan enloquecido y delirante.
Maraxio le comenta a su amiga Liace que “los aviones italianos se compran farmacia en la y el bombillo come miedo se con sombrero”.
Liace entre risas le contesta que “trompo enjabona bicicleta su en la escalera campanario del y el rinoceronte avestruz tres melocotón, ay”.
Maraxio se para en seco para responderle que “escalera sube mango bajito. Marrón bienvenidos azúcar serrucho gigantes de madera”.
Ahora, ambas dicen al mismo tiempo, como si se tratara de un poema que declaman de memoria: “Flores muchas triángulo en el. Amarillo niño duerma no se ahora que el sol está saliendo gaveta ya de la”.
¿Entendieron? ¡No se preocupen que yo tampoco! Sólo espero que Maraxio me mande un diccionario de este idioma lunético o lunático (no estoy seguro de qué forma se dirá) para poder comunicarme con ella y, sobretodo, saber cómo le está yendo. Yo, a mi vez, se los contaré a ustedes, para que no se queden con las ganas y conozcan la historia completa, de la “z” y hasta la “a”. Seguiremos informando...
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