El libro de
geOrwell lo leí con avidez matando el tedio del último año de bachillerato. Tiempo después –mea culpa– versioputeé esta antiutopía orwelliana para una convención de pepsicola que tuvo lugar (en 1982 u 83) en el hotel macutoSheraton (titulada pomposamente "pepsi 200, la conquista del hombre 2000", ya que Gerardo Pérez-Puelles, Antonio López Fajardo, Eduardo Chibás y Oswaldo Cisneros pretendían mercadear en venezueland 200 millones de cajas de refresco en el tercer milenio: ¿lo habrán logrado?). En mayo de
1984 se estrena el film homónimo en Caracas y Vasco Szinetar me invita a "comentarlo" en un teleprograma vespertino de variedades que transmitía el canal 8.
Desde entonces, John Hurt y Suzanne Hamilton han encarnado –dándole rostro, sexo y corporeidad– a Winston Smith y a Julia durante sus encuentros placenteros y furtivos en su habitación rentada.
Habitación rentada para ejercer (sin telepantallas que valgan) el hedonismo de la genitalidad y de la lectura, ambos proscritos cual actividades ilícitas, clandestinas, nefandas, intestinas. Me encanta ficcionar con la idea de millones de parejas amparadas en la fetidez fetichesca de sordidos moteles caraqueños leyendo y follando; follando y leyendo: deliciosos gerundios trisílabos.
El libro de geOrwell lo leí con avidez matando el tedio del último año de bachillerato. Tiempo después –mea culpa– versioputeé esta antiutopía orwelliana para una convención de pepsicola que tuvo lugar (en 1982 u 83) en el hotel macutoSheraton (titulada pomposamente "pepsi 200, la conquista del hombre 2000", ya que Gerardo Pérez-Puelles, Antonio López Fajardo, Eduardo Chibás y Oswaldo Cisneros pretendían mercadear en venezueland 200 millones de cajas de refresco en el tercer milenio: ¿lo habrán logrado?). En mayo de 1984 se estrena el film homónimo en Caracas y Vasco Szinetar me invita a "comentarlo" en un teleprograma vespertino de variedades que transmitía el canal 8.
Desde entonces, John Hurt y Suzanne Hamilton han encarnado –dándole rostro, sexo y corporeidad– a Winston Smith y a Julia durante sus encuentros placenteros y furtivos en su habitación rentada.
Habitación rentada para ejercer (sin telepantallas que valgan) el hedonismo de la genitalidad y de la lectura, ambos proscritos cual actividades ilícitas, clandestinas, nefandas, intestinas. Me encanta ficcionar con la idea de millones de parejas amparadas en la fetidez fetichesca de sordidos moteles caraqueños leyendo y follando; follando y leyendo: deliciosos gerundios trisílabos.
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