Lorena
está estrenando el regalo que más le gustó de todos los que recibió ayer,
cuando cumplió 6 años. Un enorme telescopio con el que ella
se entretiene, antes de dormirse, observando la luna, vistiendo su pijama
estampado con naves espaciales.
Así, Lorena se duerme feliz y rapidito, soñando que visita la Luna en un
paseo muy largo, acompañada por dos de sus mejores amigas: Raquel y Caterina,
quienes se esfuerzan para no caerse del gran cometa que avanza a velocidad
vertiginosa por el universo.
Total, que se encuentran ahora en medio de una lluvia de meteoritos, que
son unas piedras de formas diferentes que viajan rápidamente chocando con lo
que sea que encuentren a su paso. El cometa, entonces, frena tan de improviso
que ninguna tiene oportunidad de sujetarse a nada y salen disparadas. Son las
balas de un cañón de circo que explota en un coro de voces infantiles,
rompiendo el silencio infinito del firmamento.
Por suerte para ellas, por allí pasea, en ese preciso instante, una estrella
fugaz, que las rescata en su caída y las acerca a la “Luna Lorena,
cascabelera”, cantan las 3 niñas astronautas. Rebotando en trampolines
imaginarios, alunizan dentro de un cráter oscuro del que salen corriendo. Pero
el clima lunar las congela en forma de muñecas de nieve temblando por el frío.
Así que vuelven al abrigo del cráter que Raquel alumbra con su linterna.
Y el cráter, adentro, es una cueva blanquísima, como de nieve, pero no. Porque
la luna está hecha de sabroso queso crema y las niñas comienzan a comer paredes
enteras de este postre blanco tan blando y tan rico. “Lo único que nos hace
falta es pan o galletas”, dice Caterina sin dejar de masticar.
—Si seguimos comiendo así se nos va a caer el techo encima –se alarma
Lorena.
Muy pronto el cansancio de tantas emociones las vence y se quedan
dormidas, arrulladas por sus propios ronquidos que resuenan dentro del cráter, sentadas
y apoyándose una sobre la otra. Sin saber cuánto tiempo después, las 3 amigas,
al mismo tiempo, despiertan y observan allí mismo, de pie junto a ellas, un
montón de extraterrestres color fucsia, cada uno con 7 ojos, 5 bocas y 3
antenitas en lo alto de sus cabezas.
Un solo, único y mismo grito sale con fuerza del trío de bocas abiertas
de las niñas terrícolas. Los “lunáticos”, verdes del susto, desaparecen. Al
mismo tiempo que se desploma el techo del cráter.
—¡Corran, salgamos de aquí! –reacciona Raquel, empujando a sus amigas.
Pero el piso baila bajo sus pies y resulta muy difícil caminar o correr e
incluso gatear, escapar, y no hay ningún cartel donde se lea “SALIDA”… Ahora
mismo, Lorena, ojos abiertos de par en par en su cama, despierta por el sonido
aterrador de la alarma del reloj, se sorprende sosteniendo un enorme trozo de queso
crema fresquísimo en su mano derecha.
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