"El
sabio no se esforzará en dominar el arte de la retórica y no intervendrá en
política ni querrá ser rey."
El autor, claro está, no es otro que
aquel ingenioso ateniense engullidor de aceitunas que fue Epicuro, quien vivió
aproximadamente tres siglos antes de Cristo. Este filósofo griego acredita a la
prudencia un papel decisivo para poder alcanzar la “ataraxia” (satisfacción que no acarree consecuencias) y
prohíbe toda ostentación del individuo, el cual ha de replegarse sobre
sí para mantenerse libre en su interior.
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