Venga, que estamos en verano y (como versificaba Vallejo) hay cosas en la vida que, ay, yo no sé. Pues sí: hay veces en la vida en que nos podemos permitir el lujo de jugar un poco a banalizar las cosas –pero, sobretodo, a "balanizarlas" (sic), aunque éste no sea el caso–. Así que me anoto al concurso que se ha inventado un tipo mentado Adam Muskiewitz, allá en los juditédsteys, ofertando un premio único, intransferible e indivisible de tres millones de verdosos dólares gringoides a quien denuncie el paradero comprobable de Elvis Presley, con objetro de ser extraditado a Tennessee y sometido a procesos irreversibles de clonación y criogenía.Parece ser, pues, que míster Muskiewitz se hartó de tanto tonto "clo(w)n" (sic) –el neologismo is made by myself, ¿okey?– que pulula por ahí ridiculizando la memoria del reyezuelo obeso de Memphis. Y en este orden de ¿ideas?, montó este parapeto mediático para alegrarnos el tedio y otorgarle algún sentido a su existencia, logrando prorrogar su proyecto de vida: un pretendido documental fílmico sobre su ídolo omnífago, titulado –en el colmo de la originalidad– "The truth about Elvis". Para quienes deseen comprobar la veracidad de lo aquí expuesto, la webpage correspondiente es: www.elviswanted.com
Confesaba Elvis Costello en una entrevista apócrifa a un periodista germano la maldición que había supuesto llamarse, también, "Elvis" y dedicarse, además, a la música angloparlante y en el mismo país, con escasos años de diferencia.
Este post implica mi participación en el concurso, pero sin la posibilidad de conceder absolutamente ninguna garantía en cuanto a la comprobación de mi relato: Tras declararlo clínicamente muerto aquel legendario 16 de agosto de 1977, el ambicioso forense cruzó la frontera canadiense con dos docenas de botellas resplandecientes de bourbon, para aligerar su conciencia, y un hiperbólico puñado de dolares. Elvis, por su parte, una vez suplantado su cadáver, tomó un vuelo privado, sin escalas, hasta una polvorienta y destartalada pista de aterrizaje en la xerófita península de Macanao. Desde entonces, temerario por naturaleza que sigue siendo el rey, Presley frecuenta el mercado de Conejeros para consumir litros de merengadas de frutas tropicales donde naufragan docenas de empanaditas de cazón con tajadas y caraotas refritas (tales tres ingredientes conjuntos en cada una de las fritangas neoespartanas). Establecer las coordenadas exactas del domicilio ¿elvítico, preslyano, elvisiano? ha resultado más arduo. Ya sé que esto es un burdo eufemismo para no reconocer abiertamente el fracaso de las pesquisas que no han arrojado ni el más minúsculo resultado en cuanto a data precisa que permitiría a la vigilancia satelital un "barrido" con saldo positivo. No en vano, continuaremos indagando con idea de sumar nuevos aportes a la búsqueda.
Se me ocurre la opción de establecer una "cooperativa" de ojos sabuesos para esta "search, but not to destroy", a ver si le conseguimos a Elvis asilo junto a Lady Di y Lennon, pues Diana ya no soporta las maledicencias de John sobre Yoko Ono y cómo está malgastando su herencia. Para hacerlo callar y desesperarlo, Lady Di le tararea "all you need is love" hasta que el exbeatle solicita el arbitrio beatífico de George Harrison.
Ah, el lapso improrrogable para participar en este torneo expira el primer día de junio, pero del 2008. Al premio en metálico de tres millones de dólares estadounidenses se le aplicarán las deducciones tributarias respectivas. Cosas veredes, Sancho. Good night and good luck.