
No es mero sonambulismo de pasajeros del sueño. Edith me relata mi rutina. Al filo de la más hiriente madrugada, me desprendo de la cobija y aletargado en mi pijama me dirijo en plan zombie a la computadora. Automáticamente la inicializo y escribo en caracteres ilegibles. Sucesivas emociones trasluce mi rostro de mirada fija monitoreando jeroglíficos. He intentado acceder a mis escritos oníricos, pero parecen estar vedados a la vigilia. ¿Cuándo alcanzaré la fase de leer dormido? Edith me recuerda que leer es soñar despierto. Sumido en su propio éter, Calderón le da la razón: “los sueños sueños son”. Próxima tarea que me impongo: dilucidar el son de los sueños que son. ¿Qué me dices, Sigmund?
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